Tras su éxito en Broadway, Come From Away llega en castellano al Teatro Marquina de Madrid de la mano de su adaptación argentina a cargo de The Stage Company. Un muy buen trabajo de Carla Calabrese, Marcelo Kotliar y Santiago Rosso que además de hacer vibrar y disfrutar, plantea reflexiones y siembra ilusiones en su simbiosis de dramaturgia y teatro musical.
¿Recuerdas dónde estabas el 11 de septiembre de 2001? La respuesta deriva en algo unánime, cada uno de nosotros junto a una radio o frente al televisor alucinando con lo que estaba ocurriendo en Nueva York y Washington, y los días siguientes no dando crédito a lo sucedido e imaginando las consecuencias del horror terrorista que miles de ciudadanos anónimos habían vivido en Estados Unidos.
En la pequeña y remota localidad de Gander, en la isla canadiense de Terranova, no tuvieron tiempo para interrogarse. Lo estaban dando todo para atender a los casi 7.000 pasajeros de 38 vuelos que fueron desviados a su aeropuerto. Una aventura comunitaria con múltiples y complejos planos logísticos, humanos y sanitarios cuya plasmación como corazón de la narrativa de Come From Away constituye uno de los aciertos del libreto original de Irene Sankoff y David Hein.
Una escritura y partitura que Carla Calabrese y Marcelo Kotliar han adaptado a nuestro idioma acercándonos su emocionalidad sin distorsionar lo más mínimo sus muy concretas coordenadas locales. Dos horas de función desplegadas a través de una propuesta en la que a partir de esa trama común se despliegan otras muchas que aúnan lo colectivo y lo particular en una sucesión, combinación y alternancia de números grupales, reducidos y solos sin descanso.
Calabrese dirige a sus quince actores (discúlpenme que no les mencione para no convertir esta reseña en un listado, pero lo resumo en ¡todos fantásticos!) y a su equipo creativo con absoluta precisión. Las coreografías de Agustín Pérez Costa no solo dan el dinamismo que se espera de un musical cuando las notas del pentagrama se apoderan de su atmósfera, también con el movimiento que se desarrolla sobre el escenario con personajes entrando, saliendo y cambiándose el vestuario diseñado por Marcela Domínguez. Así como introduciendo y sacando el atrezo indicado para convertir el diáfano escenario del Teatro Marquina en cuantas localizaciones a imaginar sea necesario.
Labor conseguida gracias a la dirección de arte de Tadeo Jones y al diseño de producción de Sergio Albertoni. Juntos logran que lo que parece una caja vacía resulte un manantial de posibilidades. Esa es la clave de Come From Away, la inteligencia con que está concebido desde un punto de vista artístico para que la entrega de sus múltiples profesionales -a destacar sus ocho músicos bajo la dirección de Santiago Rosso– ofrezca un resultado absoluto, al que no poner pero alguno.
Está por ver la reacción del público. Por el momento hay funciones programadas hasta el próximo 30 de noviembre, pero Come From Away merece más. Veremos qué sentencia la taquilla y si esta acaba por decirnos que los musicales rompen el límite de la Gran Vía madrileña para inundar toda la ciudad de buena voluntad y mejor rollo.
Crítica realizada por Lucas Ferreira