novedades
 SEARCH   
 
 

19.09.2024 Críticas  
Mar i cel – Crítica 2024

La compañía catalana Dagoll Dagom se despide tras 50 años con una última reposición en el Teatre Victòria de Barcelona de su mayor éxito: Mar i cel. El musical, a partir del clásico de Àngel Guimerà, con música de Albert Guinovart y libreto de Xavier Bru de Sala, es uno de los hitos del teatro catalán. ¿Es su último montaje el mejor de la historia de Dagoll Dagom?

Probablemente no. Probablemente ese calificativo lo merezca el anterior título de la compañía, L’alegria que passa, su último musical de nueva creación que adaptaba a un contemporáneo de Guimerà, Rusiñol. Pero probablemente sí que este sea el mejor Mar i cel que ha hecho Dagoll Dagom. Y el nivel era muy, pero que muy alto.

Mar i cel es la historia de amor entre una cautiva cristiana y un pirata morisco en el tumultuoso siglo XVII. También es una tragedia sobre el daño que encadena el odio y una historia sobre la piedad, sobre la comprensión del otro y sobre los muertos que alberga el océano. Se ha presentado en cuatro ocasiones contando la actual: el montaje original de 1988 protagonizado por Àngels Gonyalons y Carlos Gramaje, siguieron el de 2004 con el mismo Gramaje y Elena Gadel, y el de 2014 con Ana San Martín y Roger Berruezo. Todos con un nivel artístico magnífico, un creciente impacto técnico, una partitura y letra cada vez más depuradas y siempre con el impacto emocional de ser el musical catalán definitivo para varias generaciones. «Per què he plorat?», «No estàs sola», «Cançó d’Osman» y, por supuesto, «Himne dels Pirates» son parte indisoluble del acervo cultural catalán moderno y de nuestro ADN sentimental.

Pero este Mar i cel va más allá. Me atrevería a decir que este es el Mar i cel más «grim and gritty» que hemos visto nunca. Los cambios son pocos en lo dramático y, sin embargo, todo parece más anclado en la realidad. Gracias a la acotada dirección, disfrutaremos de unas interpretaciones donde no se distinguen actuaciones protagonistas de secundarios y donde no hay ni héroes ni villanos. Todos parecen personas reales. La magnitud de la tragedia se torna aún más cercana cuando estos piratas parecen realmente peligrosos. Vemos las costuras ambivalentes de Saïd y comprendemos tanto como deleznamos la actitud aprovechada de Joanot. Los villanos creen ser los héroes de la historia, a ambos lados del abismo que les separa. Por otro lado, los “héroes”, tanto Blanca como, no lo olvidemos, Ferran, lo son tanto en su firmeza como en la tentación de las virtudes pretendidas que les permitirían ser egoístas.

Y aquí hay que aplaudir tanto a la dirección de Anna Rosa Cisquella y Miquel Periel, ayudados por David Pintó, como al talento interpretativo de todo el elenco. Brillando Alèxia Pascual como una Blanca admirable, desafiante y valiente, con una voz llena de matices que brilla con riqueza en los tonos medios; Jordi Garreta como un Saïd que comienza difícil de admirar hasta que se nos empieza a abrir y conocemos sus defectos que, en definitiva, le llevarán a su destrucción. Junto a ellos, destacar el Ferran de Eloi Gómez, quien se nos tarda en presentar, pero que dará un paso al frente vendiéndonos esas dudas, no desde la dicotomía fácil del paso de villano a héroe, sino desde la persona que acepta un nuevo paradigma, una verdad que se negaba a ver. Berta Luna es un grumete Idriss avezado, valiente, omnipresente y, a su vez, tierno pero en absoluto listo para ser un pirata. Y de entre los villanos de la obra, destacar al Joanot de Abel García, quien se acerca al sol que más calienta, y sin rencores, presenta una maldad práctica y honesta en su deshonestidad. Al contrario que la maldad xenófoba de Don Carles de Valencia, quien es incapaz de abrir su corazón, sumido en la oscuridad del zelote. Xavier Fernández lo interpreta, no desde la caricatura o la exageración, sino desde una verdad muy realista y, por ello, quizás aún más terrorífica.

El barco. El emblemático barco sigue siendo escenario y protagonista, ahora con fondos tridimensionales y proyecciones que nos sumergen aún más en la verdad del escenario y en la metáfora de lo que está ocurriendo, con encuadres imposibles y pequeños trucos entre el interior y el exterior que utilizan todas las posibilidades escénicas con maestría. La técnica solo es una herramienta, y se le puede sacar mucho más provecho que la mera sustitución de lo artesanal. Dagoll Dagom lo demuestra. Bajo las órdenes de Pere Sànchez, el barco se mueve cuando se tiene que mover, gira o queda quieto, navega o se desplaza cuando la dramaturgia así lo requiere. Se ha reducido el espectáculo a los mínimos caprichos, la pirotecnia literal o figurada está siempre al servicio de lo dramático.

Dirigidos por Joan Vives y Sergi Cuenca, la orquesta en directo con 24 integrantes convierte la experiencia musical en algo vivo que late al compás de cada noche; esencial en el teatro musical de primer nivel. El vestuario, las luces, el diseño de sonido y el ambiente general… todo acompaña a esas maravillosas interpretaciones que matizan Mar i cel como nunca antes, y lo ponen en pie en la versión del musical catalán definitivo. ¡Que las velas sigan hinchándose durante mucho tiempo!

Crítica realizada por Marcos Muñoz

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES