Sabía muy bien lo que se hacía la organización del Cap Roig Festival al contratar a Chris Isaak, pues si hay algún artista que combine a la perfección con el glamuroso entorno del paradisiaco enclave de la Costa Brava, ese no es otro que el elegante cantante norteamericano.
Isaak no es tan solo un excelente compositor e interprete, sino que también sabe amenizar el show con sus excelentes dotes de entertainer aprendidas seguramente en sus breves escarceos con el celuloide.
Chris Isaak compareció en el escenario con un llamativo traje rojo intenso adornado con motivos florales y brillantes lentejuelas, para ofrecer un concierto de dos horas de duración que maravilló a los presentes. Isaak es pura elegancia rockanrollera que te traslada en un abrir y cerrar de ojos al Hotel Intercontinental de Las Vegas.
Salieron de su magnífica Gibson ES-345 los primeros acordes de American Boy, y los presentes ya pudimos comprobar el excelente estado de forma del rocker de Stockton. Isaak estuvo escoltado en todo momento por el excelente guitarrista Hershel Yatovitz y por el bajista Rowland Salley; ambos miembros de la banda Silvertone que acompaña a Isaak desde tiempos inmemoriales.
Chris Isaak empezó agradeciendo a los presentes su asistencia al concierto y bromeó al afirmar que sin su presencia no tendría ningún otro lugar donde utilizar el brillante traje que lucía con orgullo. En el primer truco de la noche, el californiano deambuló por toda la platea y ascendió a las gradas mientras interpretaba estilo crooner la dupla Here I Stand y Don’t Leave On My Own. Momento que aprovecharon algunos de los estupefactos asistentes para realizar fotos y pedir algún que otro autógrafo. Tan solo le faltaron tres canciones al hábil maestro del encanterio para tener a todo el mundo en su bolsillo para el resto del espectáculo.
Siguieron las rockabilly y guitarreras I Want Your Love y Go Walking Down Here que, acompañadas de imposibles coreografías de Hershel Yatovitz y Rowland Salley, dieron impulso eléctrico al show. Uno de los momentos más esperados del concierto fue la hipnótica Wicked Game, éxito que lo catapultó a la fama allá por el lejano 1989. Móviles en alto para inmortalizar el momento. Una fantástica versión de Oh Pretty Woman, clasicazo compuesto por el malogrado Roy Orbison, cerró el primer tramo eléctrico del show.
Breve pausa para instalar tres taburetes en el escenario y crear un entorno íntimo para dar paso a un exquisito set acústico. Apareció Chris Isaak con su mítica Gibson J-200, guitarra que usa habitualmente para componer y que lleva su nombre grabado en nácar. Con su voz aterciopelada, y ante un público hipnotizado, el rompecorazones interpretó con sobrada maestría la bellísimas Forever Blue, Blue Spanish Sky y Baby What You Want Me To do. Cedió protagonismo a Rowland Salley, quien interpretó su composición bluesy Killing the Blues.
Unas excelsamente entrelazadas versiones de My Happiness y Can’t Help Falling in Love de Elvis Presley, gran ídolo de Isaak, fueron el momento en que el californiano instó a los allí presentes a abrazarse con sus parejas. También solicitó jocosamente a los que habían venido sin compañía, que reflexionaran por el motivo de su soledad. Aún le quedaban balas en la recamara al californiano, y para el tramo final se sacó de la chistera nada menos que Blue Hotel y San Francisco Days. Cerró el concierto antes de dar paso a los bises la grandilocuente Big Wide Wonderful World ties.
Nuevo golpe de timón para los bises, donde un Chris Isaak enfundado en un imposible traje mirrorball consiguió caldear aún más el ambiente. Imposible brillar más. La genial y grasienta blues rock Baby Did a Bad Bad Thing, fue el momento que aprovechó el artista para hacer subir al escenario a unas quince féminas que no dudaron ni un momento en rodear al incombustible rompecorazones bailando al ritmo de riff repetitivo. Quién da más.
Chris Isaak, además de ser una estrella rutilante, es una artista generoso y para finalizar el show cedió esta vez el protagonismo a Hershel Yatovitz, quien dio rienda suelta a su virtuosismo con las seis cuerdas interpretando Live it Up mientras se paseaba por la platea. Hilarante.
The Way Things Really Are, fue la balada que cerró el concierto. Ante todo, Chris Isaak es un romántico especialista en canciones que con agresiva nostalgia causan estragos en los corazones más débiles. Las noches con la música de Isaak son menos solitarias. Vuelve pronto.
Crónica realizada por David Abarca