Cierra temporada La Villarroel con Les mans, que es un texto de Llàtzer Garcia dirigido por Silvia Munt, y protagonizado por Raquel Ferri y Ernest Villegas. La obra, que se presenta como una historia de amor imperfecta, se ha estrenado como parte de la programación del Grec Festival de Barcelona, en la edición de este año 2024.
Lo primero que pensé cuando empecé a aplaudir al terminar la función es que Les mans es una bomba emocional. Para los personajes, para toda la compañía y para el espectador. Y es una bomba que estalla desde el mismo principio, en los primeros minutos del primer acto.
¿Cómo comunicarle a tu pareja que ya no va a ser el protagonista de tu primera película sin que eso le afecte a él ni a la relación? Cuando se trata de un proyecto especial, de tu sueño, ¿dónde se separa la fina línea entre anteponer al otro o a ti mismo? ¿Dónde están los límites entre lo que necesito yo y lo que necesita la otra persona? En una relación amorosa, ¿cuándo hay que continuar siendo ‘yo’ o cuándo tenemos que ser ‘nosotros’? Y, ¿dónde están los límites que no hay que traspasar para no llegar a un punto de no-retorno? O, ¿hay algún momento en el que sí hay que traspasar esos límites? El dramaturgo ha utilizado la historia de esta pareja para desarrollar una temática tan común (¿qué no se ha escrito ya del amor?) pero a la vez, en este caso, tan llena de mayúsculos y minúsculos matices que hacen rodar un engranaje muy potente y, a la vez, muy actual.
Él, Isaac, un actor que intenta volver a escena tras haber pasado por una enfermedad mental. Ella, Paula, más joven que él y a punto de rodar su opera prima como guionista y directora. La obra arranca cuando Paula le dice a Isaac que no va a ser él quien al final interprete a Max, el protagonista de su película, quien, a la sazón, es un personaje basado en Isaac y en sus experiencias de estos últimos años, tanto personales como de su relación con Paula.
Dice Paula en algún momento, «el amor no es limpio, no es nunca limpio». El amor, por muy fuerte que sea, siempre está lleno de imperfecciones. Y estas se suelen hacer más evidentes o irrumpen con más fuerza en momentos de tensión. Vivimos en pareja, pero con muchos fallos de sistema, que a veces solucionamos con un reseteo rápido. Nos queda evidente que Paula e Isaac se aman. Pero, a veces, cuando hay sobrecarga, hace falta más que un reseteo para que la maquinaria vuelva a reaccionar. Y en Les Mans, Llàtzer Garcia desnuda a Isaac y a Paula para exponer toda esa verdad.
Silvia Munt ha dirigido de manera espléndida a estos dos actores para que lleguen a límites que no se ven todos los días en las tablas de un teatro. Esos límites son justamente a los que Paula no quiere (y no cree) que Isaac sea capaz de llegar. Pero Munt consigue que Ferri y Villegas crucen esa frontera (no vamos a decir que sin esfuerzo), y la traspasen, para realizar una interpretación dramática elevada a la máxima potencia, que deja entrever la pasión por el oficio y por proyectos como estos en donde, sin duda alguna, fluye una sinceridad absoluta. En este en particular, donde se palpa el amor pero donde también existen tensión y violencia, su directora ha sabido orquestar todo ese cóctel a la perfección para que durante la escasa hora y media que dura la función los actores se arrojen a ese abismo de emociones.
El elenco está compuesto por dos bestias interpretativas sobre un escenario que acaba convertido en un ring de boxeo dialéctico. Por un lado tenemos a Villegas, con esa capacidad suya de interiorizar cualquier texto que se le presente con una habilidad casi mágica y, luego, presentarlos en cada función sobre bandeja de plata. Da lo mismo que sea drama, tragedia o comedia. Villegas, a quien esta temporada lo hemos visto haciendo de Macbeth o en Els ossos de l’irlandés, siempre se transforma y levita por el escenario como si fuera su medio natural. Su elocuente oratoria, esa soberbia retórica de la que hace gala, nunca deja de fascinar.
Y si en El día del Watusi destacó especialmente entre el elenco, Raquel Ferri da unos pasos más allá y en Les mans consigue llegar a rincones interiores aún más profundos. Ferri se abre en canal en su interpretación de Laura y de su interior construye de forma soberbia a esa directora novel que, por un lado, empieza a tener el control de su vida y de sus acciones más (o menos) maduras y, por otro, que trata de expulsar los demonios que se lo impiden plenamente. No recuerdo la última vez que la platea se arrancó en aplausos en mitad de la función. Pues esto ocurre cuando la Ferri, tras el que es, posiblemente, su monólogo más intenso, el más visceral, por fin pone sobre la mesa su verdad.
Ernest Villegas y Raquel Ferri son dos colosos en un espacio escénico que no es de los más grandes de Barcelona. Eso hace que aún más se perciba esa grandeza. Y, muy apropiadamente, la escenografía no es muy recargada, solo lo suficiente para acoger a los actores en un espacio interior. Siempre el mismo, sin cambios. La transformación ocurre en la vida interior de los ocupantes del espacio, pero no en el espacio en sí mismo. La iluminación en este montaje, por otro lado, es esencial para contribuir al pulso de la función, para ayudarnos a convivir con la emoción. Ignasi Camprodon hace un trabajo fantástico, que junto a la música de Orestes Gas, convierten el escenario de la sala en un hogar en deterioro.
Me encanta, después de tantos años, que La Villarroel me vuelva a sorprender. Lo disfruto una y otra vez. En esta ocasión, Llàtzer Garcia, Sílvia Munt, Raquel Ferri y Ernest Villegas se han unido para crear algo que, irremediablemente, va a pasar por la vida del espectador dejando una profunda huella. Es una pieza de orfebrería emocional, el broche de oro para el cierre de una temporada más. Es teatro de reflexión. No hay final ni triste ni feliz. Hay un final abierto en donde, de forma orgánica, desde el final habrá que volver a empezar. Y es teatro que demanda. De su autor y directora, de los actores, de toda la compañía, pero también del espectador.
El viaje en el que acompañamos a los artífices de Les mans es de una belleza salvaje y dolorosa. Sobrecogedora. Como muchas otras de las bellezas de este mundo, que también lo son.
Crítica realizada por Diana Limones