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19.07.2024 Críticas  
Grec Festival: Els miserables – Crítica 2024

Jean Valjean y los revolucionarios del café ABC atacan de nuevo, un día más. Es decir, si les dan permiso… El Teatre Tantarantana de Barcelona estrena, con motivo del Grec Festival, Els miserables, el final de la trilogía de la condición Millennial de Miquel Mas Fiol que arrancase con Càndid o l’optimisme y continuó con Les penes del jove Werther. ¡Y arda Troya…!

Para hablar de Els miserables de Mas Fiol hay que hablar primero del concepto de la trilogía de la condición Millennial: el autor no adapta exactamente el argumento de las obras, el Cándido de Voltaire, el Werther de Goethe, los Miserables de Hugo. Lo que hace es extraer la esencia, el motor principal del acercamiento a la juventud que hace cada uno de esos libros, y extrapolarlo a la juventud actual. La búsqueda de la felicidad y el falso optimismo, la cultura de la infelicidad y el negocio de la tristeza y el significado de la rebelión contra la injusticias, no en el siglo XVIII o XIX sino hoy, aquí. Ahora. Con mucha autoficción y metateatro.

Por eso, para quien conozca la clave de esta trilogía, pueden sorprenderle los primeros quince minutos de la obra. Porque lo que vemos en escena es, realmente, una adaptación de Los Miserables de Victor Hugo, fiel al argumento, parodiando el musical de Boublil y Schönberg con composiciones de Pablo Ruz, y con un exprimido único actor, Gerard Franch, con un nivel vocal magnífico, que se desvive para interpretar a todos los personajes, hasta el paroxismo del equivalente al «One Day More». Y de repente… irrumpen sus compañeros de las obras anteriores, Lluís Oliver y Mel Salvatierra, para torpedear la obra y proclamar la revolución contra el tiránico director, Miquel Mas Fiol, la precariedad de la profesión teatral y, en definitiva, todo lo que haga falta.

A partir de ese momento, la interactiva obra, que interpela directamente a los espectadores, juega esencialmente en dos ejes: la crítica a la revolución aguada, domesticada de nuestros días. Como la felicidad y la tristeza, también la épica ha venido a menos con los siglos. El acomodamiento, por un lado, y el acantonamiento, la superioridad moral de quien decide quién es o no el pueblo. Y en el otro eje, el cierre de la trilogía, con los actores y los personajes culminando los viajes personales que hicieron en sus respectivas obras: en ese sentido, el espectador que haya visto Càndid o Werther de Mas Fiol se va a llevar divertidas sorpresas, llamadas directas a momentos clave de aquellas obras, que funcionan por sí mismas pero que adquieren todo su sentido si se sabe qué quería ser Lluís en su obra o la retahíla de pesares a los que aspiraba Mel. Invitado especial, por cierto, al final de la obra: la voz de Andrés Santos como un personaje clave para todo el conjunto, pero particularmente para Els miserables.

Quizás por el hilo argumental más accesible, y con una relación más clara con el original, o por la interacción de tres personajes en escena, estos Miserables son menos salvajes, menos provocadores que por ejemplo el Werther de la trilogía. Lo que no quita que proporcionen hora y media de diversión, alguna reflexión y ante todo unas interpretaciones de los tres artistas que andan siempre caminando en la barandilla que separa persona y personaje. En solitario, los tres están más descarnados, más poderosos, como colectivo se ponen trabas, se atosigan, se limitan. Como parte del mensaje final de la trilogía, tal vez, de que el individualismo brilla más, pero el trabajo en grupo que nos convierte en sociedad también nos corta las alas para superar al sistema.

Crónica realizada por Marcos Muñoz

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