Cía. La Peatonal trae a la Sala La Usina de Madrid la obra Una partida de ping pong, un texto de la joven promesa británica Sam Steiner. Una estupenda comedia dramática protagonizada por Icíar Ventepan, Flavia Forni y Varo Mogrovyan con adaptación y dirección de Jaime Cano para España.
Cata (Flavia Forni) se ve forzada a encarar su pasado, presente y futuro mientras hacen limpieza junto a su pareja Carlos (Varo Mogrovyan) en un antiguo refugio antiaéreo situado en el jardín de la casa donde vivió su infancia. Allí conocen a Mía (Icíar Ventepan) una joven tenista que ahora vive ahí con su padre y que parece estar bajo una presión constante.
Jaime Cano adapta el exquisito texto del dramaturgo británico Sam Steiner con gran éxito. Una Partida de Ping Pong es una obra en la que todo es ping pong excepto el ping pong que es otra cosa completamente diferente. Es a la vez comedia, drama romántico, coming-of-age, y tratado sobre la pérdida y el paso del tiempo. Una pieza de cámara a tres bandas cuyos elementos están diseñados al milímetro para enfatizar la humanidad de unos personajes falibles y deficientes que, precisamente por ello, resultan muy reales y tiernos. Cata, Carlos y Mía intentan devolver, con toda la buena intención del mundo, los tiros que les llegan como mejor pueden y saben. Pero se topan, como todos hemos hecho alguna vez, con el obstáculo casi insorteable de las expectativas e inseguridades de otros. Este fértil caldo de cultivo propiciará que no todos los espectadores tengan la misma experiencia ya que existen numerosos elementos temáticos y narrativos de igual interés y validez con los que identificarse y empatizar.
Sí, Una Partida de Ping Pong puede llegar a ser especialmente intensa a momentos pero afortunadamente nunca cae en el melodrama ni se regodea en la épica del sufrimiento. El trío actoral exhibe una refrescante naturalidad ayudado por la genialidad de los diálogos. Si bien la obra se permite algún artificio escénico, Ventepan, Forni y Mogrovyan nunca pierden el foco a la hora de presentar unos personajes en carne viva cuya mayor tragedia parece ser estar en constante lucha consigo mismos y con el resto del mundo; con todo y con nada a la vez. Podríamos destacar a la Mía de Flavia Forni como la bisagra de este triángulo protagonista por su complicidad latente y cándida con sus dos compañeros. Sin embargo, en palabras de Stella Adler “actuar es reaccionar” y también lo es jugar al ping pong. Uno es mejor cuanto mejor es la persona que tienes enfrente y realmente estamos hablando de tres actores en estado de gracia con una compenetración y claridad de intenciones resultado de mucho trabajo y una muy buena dirección.
La integridad de la puesta en escena es obra del director Jaime Cano, quién se ha ocupado en solitario del diseño del espacio escénico, lumínico y sonoro. Cano nos presenta una escenografía utilitaria y efectiva cuyos cambios durante el transcurso de la obra reflejan el arco interno de los personajes. La tintineante bombilla que cuelga desnuda del techo y la luz que entra por la puerta del búnker son suficientes para crear imágenes escénicas memorables. Pero lo que realmente brilla con luz propia es un diseño sonoro elegante, bien colocado y en su mayoría sutil que expresa la visceralidad y nervio de los sentimientos que nuestros protagonistas no son capaces de exteriorizar.
Una Partida de Ping Pong es un éxito total. Una representación de una obra preciosa (y me gustaría creer que universal) por una compañía que no solamente ha entendido a la perfección la sensibilidad del texto sino que también lo han llevado a cabo con admirable e ilusionante criterio, arrojo y cariño.
Crítica realizada por Erik Ortega Rodríguez