Don Juan Tenorio y la Reconquista, o cómo España se formó a base de violaciones, asesinatos y expolios, en nombre de la fe católica. De eso trata Macho grita, el nuevo monólogo musical de Alberto San Juan, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que recala en el Teatre Condal de Barcelona con motivo del Grec Festival 2024.
Vaya por delante que, pese a lo dicho en la introducción, en Macho grita hay tanto reivindicación y memoria histórica (no de la guerra civil sino de las muchas guerras civiles ocultas) como humor. A veces humor amargo, otras sin doble sentido. Alberto San Juan parte del Juan más famoso de la literatura española, Don Juan Tenorio, el que apuesta con Don Luis Mejías en el clásico de Zorrilla, para explorar cómo el macho ibérico, no solo entendido como el ligón de playa, sino como el opresor que siempre tiene razón, el que deja «memoria amarga de sí» y cuenta sus éxitos por expolios y muertes del ajeno, y la construcción de España que arranca en 1492 están muy ligados.
La persecución, dominio y eliminación del diferente, sean judíos, musulmanes, conversos, mujeres o indígenas antillanos, se convierte poco a poco en tanta esencia de la españolidad como la vergüenza que lleva a ocultarla o el miedo a ser señalado por la inquisición. Nuestros complejos y nuestros delitos pasados llevan al presente y a las heridas que aún quedan por restañar en nuestra civilización actual, siendo las del 36 solo el último coletazo de una serie continuada de cicatrices que nunca cicatrican a medida que se van sumando fechorías.
San Juan habla de la manipulación de la historia y de la lengua para ocultar las raíces del escarnio. Irónico, entre el juego y la performance, se acompaña de una banda de cuatro hombres (Claudio de Casas, Miguel Malla, Gabriel Marijuán y Pablo Navarro) que le van arropando con música vieja y nueva, para transportarnos a las obsesiones y los marcos en los que se mueve ese macho y su España. También de una bailarina invitada que solo aparece muy ocasionalmente para encarnar al otro: Ángela Cristina Bello, codirectora de la compañía Cortocinesis. Parece una ironía más el hecho de que su nombre no conste por ninguna parte, ni en el programa ni siquiera en la web de la CNTC.
El texto deja esencialmente solo al actor en escena, pero le multiplica en multitud de voces, desde María Zambrano a Antonio de Nebrija o Rafael Sánchez Ferlosio, de la ardiente Santa Teresa al esclavista Colón, de víctimas a verdugos, y a aplaudidores, de papas a inquisidores. Les encontramos a menudo en mitad de una conversación, como si San Juan los capturase con una cámara teatral, citando sus voces, y sus fuentes, con veracidad pero siempre dudando de que su interpretación pueda ser la correcta. Él habla desde su propio desconocimiento y comparte su exploración y sus dudas, y el camino que fue llevando para saber lo que ahora sabe y dudar de lo que aún duda.
Macho grita, dice, no pretende hablar de «buenos y malos», pero sin duda debería remover conciencias, aunque solo fuera para admitir que nuestra historia no es solo lo que nos gusta, y que refugiarse en nuestras raices mediterráneas o latinas, o jactarse de la españolidad que nace con los Reyes Católicos, o enaltecer la «hermandad hispanoamericana» sin más es estar ciegos a todo lo que pasó entonces y después, a la larga lista de infamias que construyeron nuestra identidad y que son tan nuestras como Lorca o Franco. Somos lo que somos y lo que fuimos, pero somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. Y cuanto menos cabe no ignorarlo…
Crónica realizada por Marcos Muñoz