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28.06.2024 Música  
ALMA Festival: Glen Hansard – Crónica 2024

Un músico como la copa de un pino, un animal escénico como pocos. El hijo irlandés ilegítimo de Joe Cocker, Leonard Cohen y Bob Dylan. El ganador del Oscar con «Falling Slowly». Se le puede definir de muchas maneras, pero todo se queda corto para hablar de Glen Hansard, a quien hemos vuelto a poder ver en Barcelona en el marco del ALMA Festival 2024 en el Poble Espanyol.

Glen Hansard actuando en la plaza mayor del Poble Espanyol suena como un matrimonio perfecto. Folk y rock, lo íntimo y lo espectacular, lo artesano y lo poético, todo en uno, para una minoría selecta de 600 ó 700 personas, una taberna irlandesa venida a más, en uno de esos típicos martes en los que Hansard se reune con sus amigos de Dublín a cantar en el pub.

Todo en el segundo concierto del ALMA Festival Barcelona de este 2024 (lo abrió, el día anterior, Sheryl Crow) era íntimo y personal, generoso como es Hansard, pero íntimo no es necesariamente pequeño. Abrió con su «Sure as the Rain», sentida carta de amor a su esposa, y poco a poco lo personal se fue tornando mayúsculo, sin abandonar nunca lo personal. Con «The Feast of St. John», escrita precisamente en una noche como la que precedió al concierto, el rock estalló ya a lo grande, recordándonos que el Hansard recogido de los discos se amplifica en los directos.

Glen nos habló de sus vínculos con Barcelona, de su amistad con el desaparecido DJ Sideral (le dedicó «There’s No Mountain»), de su admiración por Tapies, de la muerte de su madre, de la gentrificación tanto en la ciudad condal como en su Dublín adorado. Un espontáneo le pidió una canción: lo invitó a subir a cantarla inmediatamente. Otro lo intentó mientras Glen presentaba a dos amigos suyos con los que iba a tocar: le recordó que aquello era un poco maleducado. Hansard es generoso, pero nunca pierde el sentido de lo que está haciendo.

El músico hizo un repaso a toda su carrera (casi a guitarra por tema), con especial atención a su último disco «All That Was East is West of Me Now» (2023) (además de los dos temas mencionados, «Down on Our Knees», «Ghost», «Bearing Witness»…), orbitando la cercanía temporal del «Her Mercy» de «Didn’t He Ramble» (2015) o sus álbumes «Between two shores» (2018) con «Time will be the healer» o «This Wild Willing» (2019) con «Don’t Settle». Pero todo intercalando temas muy anteriores, de los que escribió con sus viejas bandas The Frames («Fitzcarraldo», «Revelate») o The Swell Season, su etapa con Markéta Irglová («When Your Mind’s Made Up», «Two Tongues» y por supuesto la oscarizada «Falling Slowly»). Veinte temas en total para una noche generosísima en tiempos, entrega y estructuras, tanto él como toda su banda: guitarra, bajo/contrabajo, teclados y violín.

Hablaba al principio de Dylan, y Cocker, y Cohen. Son solo símiles para que quién no haya vivido un directo de Hansard pueda imaginar lo que se siente viendo a ese animal escénico que es este hombre. También podría haber dicho Jacques Brel. Un alma de calle, una potencia desgarradora y un misticismo que combina lo sensual, lo sexual, lo religioso y lo desesperado, en la música, en la interpretación, en la voz y en su movimiento. También podríamos decir folk punk, o lírica irlandesa electrificada, y aún así, aún así, solo estaríamos empezando a rascar la punta del iceberg Hansard.

El final, tras «This Gift» (de la edición extendida de su primer disco en solitario «Rhythm and Repose», 2012), no podía ser más tradicionalmente irlandés que con una cerveza y el clásico «Carrickfergus». Porque da igual a quien escuchara Glen Hansard en casa. Bueno, no da igual. Le impregnan, le marcan un pasado. Pero lleva suficiente carrera y suficiente experiencia como para equilibrar su melodrama de hace 10, 15 años, con un mundo interior ríquísimo, matizado, y un saber hacer escénico atractivo, carismático y cercano. Libre de lo que sobra hasta que sencillamente quiere ser excesivo. De agosto a octubre los pasará recorriendo Estados Unidos, el fantasma de Dylan seguro que estará encantado.

Crónica realizada por Marcos Muñoz

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