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20.06.2024 Críticas  
La reina de la belleza de Leenane – Crítica 2024

La reina de la belleza de Leenane de Martin Mcdonagh, es un drama realista y descarnado en el que la enrarecida relación entre una madre y su hija vertebra una trama de sueños rotos y miedo a la soledad. Juan Echanove dirige a María Galiana y Lucía Quintana en este magnífico duelo interpretativo que acoge el Teatro Infanta Isabel de Madrid.

Martin MacDonagh estrenó La reina de la belleza de Leenane, su ópera prima, en 1996 y radicó su argumento en un contexto geográfico y temporal muy preciso: la Irlanda rural de los años noventa. Ese ambiente deprimido es un protagonista omnipresente que determina el destino de los personajes, y especialmente enmarca el enfrentamiento entre las protagonistas.

Mag Folan es una anciana que, tras la muerte de su marido, viene manipulando a su hija Maureen, cuya autoestima destruye sistemáticamente para asegurarse que permanece a su lado para cuidarla. Maureen, soltera, siente que ha sacrificado sus últimos veinte años de vida al servicio de una madre hosca y entre ambas se ha construido una dinámica de crueldad velada, rencor y enorme toxicidad. Mag teme la soledad y su hija detesta el encierro, pero el tiempo se agota para ambas. Traspasados los cuarenta, Maureen siente sus oportunidades perdidas hasta que un evento inesperado abre una ventana a la esperanza. Pato Dooley regresa brevemente a Leenane y se reencuentra con Maureen. Su incipiente relación y su promesa de un futuro juntos en América estresará el inestable equilibrio entre madre e hija, y las sacará de quicio, iniciando en una espiral de mezquindad, crueldad y finalmente violencia.

La reina de la belleza de Leenane no es una pieza amable, pese a que ciertas interacciones como las que cruzan Mag y el hermano pequeño de Pato, Ray Dooley, puedan arrancarnos una sonrisa. Su narración es dolorosa en muchas dimensiones. Para empezar duele el retrato social de una generación de jóvenes que se marchitan sin futuro profesional en pueblos que agonizan y a los que sólo les queda el desarraigo. Continúa la incomodidad en la semblanza de dos mujeres crueles e ingratas que son un reflejo especular de sus propias miserias, y termina finalmente en la desazón que producen las ilusiones desesperadas.

Juan Echanove toma decisiones desde la dirección que diseccionan con más filo la composición de los personajes. Se aprecia en la concepción del espacio que diseña Ana Garay e ilumina David Picazo. Esa cocina en la que pasa todo se aparta de tipismos. No encontramos rastro de una entrañable cocina de casa irlandesa de campo. Es fría, áspera, demasiado gris. No hay en ella ni un pequeño atisbo de calor, de sensación de hogar o de algo de amor. La propuesta nos ubica deliberadamente en un espacio ingrato sobre el que María Galiana y Lucía Quintana se enfrentan en un duelo interpretativo magistral. Ambas exploran el drama con sinceridad para entregarnos dos mujeres brutales que nos horrorizan y con las que empatizamos inevitablemente. Entre ellas hay un trabajo de largo recorrido con una complicidad muy pura que se manifiesta en una interpretación contenida con una poesía improbable que perturba. Javier Mora y Alberto Fraga completan el elenco en los papeles de los hermanos Dooley con dos personajes sólidos. Fraga aporta algo de luz, aunque seamos conscientes de que su futuro es imposible en ese mundo. Mora ,por su parte, realiza un trabajo delicadísimo en el desarrollo de Pato, contagiándonos de una esperanza breve, casi inocente, que hiere en mitad de tanta frustración.

Martin MacDonagh es un escritor capaz de diseccionar el alma de sus personajes con la habilidad de un forense. Sus historias tan marcadamente localistas tienen un eco atemporal que hoy nos resuena. Juan Echanove ha sabido interpretarlo atrayéndonos a un montaje descarnado, desnudo y crudo al servicio de la interpretación de dos actrices magistrales. La reina de la belleza de Leenane podría serlo también de cualquier aldea gallega o cualquier pueblo de esa España vaciada, hoy, en los años sesenta o hace más de un siglo. Esa es su terrible grandeza.

Crítica realizada por Diana Rivera

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