Bambú y La Maièutica visitan estos días el Àtic 22 del Teatre Tantarantana de Barcelona para presentar Tot en ordre (All in a row, en su título original), una obra con autoría del británico Alex Oates, que por primera vez pisa un escenario catalán (y español), que dirige Montse Rodríguez Clusella y que está interpretado por Joan Sureda, Pau Rosell y Carla Torres Danés.
Cuatro personajes, tres actores, dos padres y un niño para explicar las dificultades familiares y sociales a las que se enfrenta una familia donde uno de sus miembros (en este caso, Laurence, el hijo de 11 años) sufre de TEA (Trastorno del Espectro Autista). Una temática, cuanto menos interesante, para intentar entender -remarco intentar- a una parte de la sociedad de la que no se conoce mucho ni está muy representada en el tejido cultural en general.
El texto de Oates transcurre en la última parte del día antes que Laurence vaya a ser trasladado a una residencia para personas neurodivergentes. Bajo esa premisa, y entre las pizzas que le encantan a Larry, discurre Tot en ordre. Obra que pone sobre la mesa dilemas importantes a los que se enfrentan las familias con un niño autista en casa relacionados con sus necesidades, sus cuidados y su educación. Tot en ordre habla del amor de una familia y de los desafíos cuando la vida te da una vuelta de tuerca para la que no estabas preparado, exponiendo las diferentes aristas (la de Tam, Martin y Gary) de un mismo prisma. Y ayuda a pararse a pensar lo fácil que podría ser caer en un juicio moral-personal cuando no dispones de todas las variables.
A Montse Rodríguez Clusella se le ha pedido que tome la batuta en este montaje y no me cabe duda que la selección de la directora no ha sido al azar. Con experiencia a sus espaldas en montajes que también tratan temáticas sociales y que incluso han trascendido más allá de nuestras fronteras (léase, por ejemplo, AKA Also Known As), Rodríguez Clusella demostró y vuelve a demostrar que es capaz de elevar a los actores hasta su máxima expresión y exprimir todo el arte interpretativo que llevan dentro.
En este proyecto consigue que tanto Sureda, como Torres Danés y Rosell se entreguen a una función que les lleva por recovecos incómodos del ser humano. Los tres hacen un trabajo de excepción, cada uno tratando matices diferentes de la historia, por lo que sus trabajos quedan muy bien compensados. Aún así, me gustaría destacar a Joan Sureda en particular en el papel de Martin (el padre de Laurence), porque me parece una interpretación extraordinariamente redonda, llevando sus estados de ánimo hasta zonas realmente profundas, sin caer en reacciones artificiales o sobreactuadas, y llegando hasta lo más hondo del espectador. Y, luego, está Laurence. Imposible no acabar enamorados de él. Pero prefiero que lo conozca mejor cada espectador.
La cercanía con el público (platea de unas 60 butacas) y que en algún momento de la función incluso se rompa la cuarta pared, consigue atraer aún más a los presentes a la historia y, por ende, a este mundo desconocido del TEA. El diseño de iluminación y de sonido, que ha estado a cargo de Ivan Chamorro, contribuye enormemente a conseguir esa sensación.
Y, ojo, spoiler: hay llorera final. Me encanta que el teatro me emocione tanto que me haga llorar. Eso siempre es señal de que todo se está haciendo bien. Que la historia, o más importante aún, el camino por donde transita esa historia, conduzca al público a vivir la experiencia que se le quiere ofrecer. El autor decía sobre sus intenciones, cuando estrenó en Londres en 2019, que «esta obra quiere ser un estímulo que genere debate, controversia y sobre todo diálogo». Pues razón no le faltaba. Y creo que Tot en ordre consigue todo eso y más.
La compañía estará en el Àtic 22 del Tantarantana hasta el 21 de junio. Recomendación de 10 para quien quiera conocer mejor a un colectivo dependiente muy especial, y para quien quiera salir del teatro un poco (bastante) removido por dentro.
Crítica realizada por Diana Limones
