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23.05.2024 Críticas  
La Cenerentola – Crítica 2024

El último gran título cómico de Rossini, La Cenerentola, ha vuelto al Gran Teatre del Liceu de Barcelona. La ópera vuelve a la vida en una versión muy visual pop y a todo color de la mano de Emma Dante y en las voces del tenor Javier Camarena y la mezzosoprano Maria Kataeva en los papeles principales, dirigidos por la batuta del maestro Giacomo Sagripanti.

La Cenerentola de Rossini es una adaptación del cuento Cendrillon de Charles Perrault; más conocido por todos como La Cenicienta. Ya sea por los cuentos que nos contaban de niños o por la historia popularizada por Disney, todos conocemos indirectamente la historia de La Cenerentola.

Hija de una matrimonio anterior del padre de la protagonista, Angelina (más conocida como Cenerentola), es forzada a esconderse en el hogar y trabajar como esclava para su padre, Don Magnífico, y sus dos estúpidas hermanastras, Clorinda y Tisbe. Un día, llega la noticia de que el rey ha muerto y que, para poder heredar, está establecido que el príncipe Don Ramiro debe casarse. Palacio se pone manos a la obra para poder encontrar esposa a su realeza y, para ello, prepara un gran baile con todas las mujeres jóvenes del reino. Allí, el príncipe podrá conocer a todas y cada una de las candidatas y así encontrar una esposa que le plazca. Pero el príncipe, sabiendo que muchas de ellas pueden esconder secretos o aspectos turbios para poder obtener fortuna, decide pedirle a su escudero, Dandini, que intercambien papeles. De esa forma, Don Ramiro podrá ver exactamente como sus pretendientas se muestran a sus espaldas. En esa búsqueda de casualidad conoce a Cenerentola, una criada «como él», de la que se enamora perdidamente. Obviamente, el Don Magnífico encadenará a Angelina, a la cual desprecia, para que no opaque a sus dos hijas preferidas y no la dejará acudir a palacio. Pero un buen benefactor, Alidoro, le procurará lo necesario para que su presencia esté confirmada en la recepción. Aunque nadie la reconocerá, puesto que las ropas y la actitud distan de la persona que el príncipe conoció. El príncipe Don Ramiro quedará prendado de ella aunque el recuerdo de otra persona muy parecida le vendrá a la cabeza. Angelina, enamorada en secreto, le ofrecerá una tobillera y le dirá que si realmente la ama, que la busque. El príncipe moverá cielo y tierra para encontrar a ese alma cándida que le robó el corazón y, como no, la entrará en Angelina; quien se convertirá en su reina.

La versión que nos presenta la directora de escena Emma Dante es una versión muy amplia que combina grandes aspectos estéticos pop en enamoradizos tonos pastel que atraen al público y lo introducen de lleno en una historia fantástica, junto al humor bien articulado del libreto original de Jacopo Ferretti y, una clara intención moral: la denuncia de violencia de género y el acoso contra los más débiles.

Dante evoca esta joya del belcantismo con una visión tal especial y llena de detalles que todo el público cae rendido a sus pies. Pero no solo en lo que a la estética de cuento de hadas se refiere, sino en sus propias convicciones notorias en la pieza cuando, por ejemplo, nos encontramos con Angelina en el primer acto. Allí, su bis es más deprimente que cómica. Mientras sus hermanastras exhiben una vanidad ridícula, ella recibe un trato vejatorio de su familia. Y es esa circunstancia la que sirve a Dante para desarrollar el planteamiento escénico, que construye con la idea de complementar la comedia con momentos de denuncia que tocan aspectos como el acoso y la violencia de género. Por ejemplo, al final de la ópera, antes de que se baje el telón, y cuando celebremos la fortuna de Angelina —que se casará con el príncipe Don Ramiro—, las hermanastras, Tisbe y Clorinda, optan por suicidarse en escena, por lo que reciben un castigo muy duro por su comportamiento egoísta y cruel durante la ópera. Si la moralidad indica que la maldad tiene un castigo, las hermanas reciben la pena máxima.

Dante aprovecha una historia conocida y alabada por todos, llena de comedia intrínseca que nos hace sonrojar, para recordarnos que lo que estamos viendo en escena maravillados está lleno de actos de crueldad y dolor. Para poder magnificar aun más esta hazaña, Dante introduce un espléndido ballet con participación constante en escena. Cada acción de los personajes en escena está acompañada de movimientos complementarios de un grupo de figurantes y bailarines, que no sólo ayudan a intensificar el efecto cómico –con toda la velocidad y la sensación de caos que caracteriza a las óperas bufas de Rossini —, sino que ayuda a ofrecer una lectura de la psicología interna de cada rol, ya que no sólo es importante lo que hacen y lo que dicen, a partir de una música endemoniada, sino también qué piensan y cómo se sienten. Así, por ejemplo, podemos seguir el viaje emocional de Angelina que transita de la depresión que le provoca el hecho de ser víctima de bullying, hasta el resarcimiento final gracias al amor del príncipe, que obtiene no por capricho del hombre, sino por su tenacidad e inteligencia: no hace falta decir que esta Angelina bondadosa y perspicaz incorpora también un matiz feminista emancipador.

Para crear esta no tan tupida cortina de colores disuasorios, Dante ha contado con un equipo técnico excelente que ha creado un mundo de fantasía ideal para la función: Vanessa Sannino, en la parte del vestuario; Carmine Maringola en la parte de la escenografía y Cristian Zucaro en la parte de la iluminación.

En la parte del elenco, destacar el gran trabajo de sus dos protagonistas, el tenor Javier Camarena como Don Ramiro y la mezzosoprano Maria Kataeva como Angelina. Ambos perfectos para el rol, fueron capaces de interpretar de forma admirable las ágiles y endemoniadas partituras de Rossini y, a su vez, mostrar un sorprendente acting cómico. Una gran gestualidad y riqueza de matices humorísticos que ayudaron aun más a transmitir las psiques de sus personajes mientras, con precisión y claridad, atacaban las notas más complicadas de Rossini.

Pero no solo los roles principales estuvieron sublimes la noche del estreno, sino que los secundarios también nos dejaron boquiabiertos con su buen hacer. Así Florian Sempey nos presentó a un estupendo Dandini que, haciéndose pasar por príncipe durante más de la mitad de la función, nos hizo llorar de risa con sus intervenciones junto a las dos hermanastras, interpretadas de forma excelsa por Isabella Gaudí como Clorinda, y Marina Pinchuk como Tisbe. Junto a ellos, el «cuarto en discordia», Paolo Bordogna, nos interpretó a un colosal Don Magnífico; el padre de las jóvenes. Y, por último, destacar la labor de Erwin Schrott como Alidoro, consejero real y facilitante de la unión de los personajes principales, quien en ocasiones, como un flasher iba apareciendo en escena para poder poner algo de «orden». Todos ellos supieron medir con exactitud como equilibrar una comedia llena de momentos dramáticos para que todo brillara en concordancia.

En la parte coral, destacar la formidable actuación presentada por el Coro Madrigal quien nos ayudó de forma delicada y pulso firme a transitar a través de este melodrama de dos actos. Junto a la perfecta interpretación de la orquesta del Gran Teatre del Liceu, dirigidos por la batuta del maestro Giacomo Sagripanti, La Cenerentola finalizó la noche del estreno con vítores para todos sus participantes.

Aunque parezca sencilla y sin esfuerzo, La Cenerentola es una ópera especialmente delicada y altamente complicada de desarrollar y transmitir. No es únicamente una explosión cómica alocada, también tiene sus momentos de gravedad y melodrama, una partitura de velocidades diabólicas, e innumerables matices humorísticos tan marcados que un solo fallo la hubiese desestabilizado.

Crónica realizada por Norman Marsà

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