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22.05.2024 Críticas  
Oveja perdida – Crítica 2024

Oveja perdida ven sobre mis hombros que hoy no sólo tu pastor soy sino tu pasto también, de Brai Kobla, vuelve a la Sala Cuarta Pared de Madrid, con su dispositivo escénico en 360º alrededor del cual el público deambulará en torno a la vorágine capitalista y vacua de cuatro freelancers atrapados en la simulación.

Esther Sanz, Marina Fantini, Jorge Tesone y Luis Sorolla son cuatro compañerxs en un espacio de coworking en donde leen papers, preparan briefings, montan manifas a través de live por Insta, y reportan su desempeño a Brendan, allá donde este se encuentre. Durante 60 minutos estos cuatro personajes discurren en una línea temporal con la misma forma que el símbolo del reciclaje, sin que su modelo de vida sea en absoluto igual de sostenible que sus comportamientos responsables y su conciencia climática.

Oveja perdida es una propuesta escénica divertida, dinámica, y muy inteligente; rara avis en la temporada actual en la que el riesgo está siendo casi nulo, y donde las adaptaciones de clásicos y lo lineal de muchas propuestas está siendo la rutina semanal de las que asistimos al teatro. Que de este año me vaya a quedar con este montaje, Una casa en la montaña de Boronat, y con la lectura de un texto, aún por estrenar, que va directo a reventar la taquilla en cuanto se estrene; y el hecho de que todos ellos sean montajes donde se involucre al público en alguna medida, sin que este solo sea el sparring sobre el que lanzar un texto, creo que ya dice mucho de una temporada aburrida y anodina.

Góngora, «Bifo», Charlie Kauffman, influencers random y coaches motivacionales, mandos intermedios explotadores, compañeros que piensan que van a heredar la empresa, y CEOs fantasma. Trabajo, trabajo, trabajo, vida (con gente del trabajo) y trabajo. El interior y el exterior, cerrado pero abierto, la mirada devuelta en los ojos de otro, proclamas lanzadas a la nada, activismo de sofá, y cursitos de escritura canalizadores de nuestras falsas conciencias y el postureo creativo.

Todas quedamos retratadas y todas podremos identificar personas de nuestro entorno que actúan como Luis, Maru, Jorge y Esther. El fantástico texto de Brai Kobla, junto con una estudiada dirección hacen que Oveja perdida sea un juego escénico disfrutón y absurdo, en el que se debe entrar con su verborrea espídica o será como asistir a una rave en la que no se han consumido químicos. Hubo gente abandonando la sala, gente que no estaba dispuesta a mirar y ser mirado no cubrir el espacio con sus pasos; gente sin curiosidad por asomarse a las condiciones de vida millenial, forzados a comportarse como un Gen Z, a riesgo de ser expulsados de la rueda capitalista y del mercado laboral. Gente que a los 30 ya tenían un piso de cuatro dormitorios, dos hijos y un puesto fijo.

Oveja perdida es el meme de los dos bíceps hipermusculados que se enlazan en un pulso, donde un brazo sería comedia inteligente y el otro montaje brillante, y el pulso es Oveja perdida. Una propuesta genial que seguirá cosechando premios allá donde se muestre, y a la que deseo una muy buena acogida allá donde vaya.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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