Magda Puig Torres y Andreu Martínez Costa han creado el sorprendente espectáculo que puede verse en el Teatre Lliure de Barcelona, en Montjuic: Thauma, palabra griega que designa la maravilla, el asombro. El milagro. Y combinando la poesía visual, el teatro de objeto y las artes circenses con simples pero increíbles ingenios tecnológicos, nos convencen de que todo, absolutamente todo, es posible.
Al empezar Thauma, los espectadores nos vemos sumergidos en un entorno auditivo (sonido de Marc Naya) y visual (escenografía de Víctor Peralta) hecho para hacernos imaginar. Todo puede tener una vida oculta, esconder secretos, el elemento más sencillo puede tener una magia escondida. El tiempo y el espacio pueden fluir. Los códigos del cómic o el cartoon, coexistir con humanoides flexibles, mutables. Lo inanimado puede estar vivo.
Thauma funciona como una sucesión de pequeñas escenas desconectadas en las que conviven seres que transportan el tiempo, jardineros, monstruos, brujas o poéticos nadadores imposibles. Y objetos, objetos vivos, tablones capaces de encogerse de hombros y hablarnos, nubes y cactus que surcan los aires, zapatos que se ayudan.
Cuanto más se sepa de Thauma, peor. Ay que dejarse sorprender. Lo que vale la pena es encomiar el magnífico trabajo de todas las partes implicadas, para que cada sorpresa supere a la anterior. Viendo Thauma te pasas una hora diciéndote «no puede ser». La danza, interpretación física y acrobacias de Juan Carlos Panduro, Marina Rodríguez y Erol Ileri. Los ingenios de Pepo Carreras y Jose Luís Salmerón, el colorido pero simplificado vestuario de Nídia Tusal y las luces de Toni Ubach. Todo se conjuga, todo suma para crear ese más difícil todavía, no del prodigio físico (que también) sino del prodigio en sí.
Thauma es el Planeta Imaginari de TVE y la Fantasía de Disney y, desde luego, la major ocasión para revivir al niño que llevamos dentro.
Crítica realizada por Marcos Muñoz