Las hijas de Eva, compañía formada por las actrices Inma Nieto y Elisabet Gelabert estrenan en el Teatro de la Abadía de Madrid su ópera prima Lady Anne, que se inspira en este personaje de la tragedia Ricardo III de Shakespeare para realizar una lectura contemporánea en perspectiva femenina sobre el poder.
Inma Nieto firma la autoría del libreto en esta versión que reinterpreta la figura de Lady Anne, y la liga al retrato de una actriz que realiza un ensayo de Ricardo III en la actualidad. El texto abordará en espejo la vulnerabilidad de la actriz y la de su personaje, para denunciar cómo la autoridad aprovecha esa fragilidad en su beneficio, como vía para someter desde el abuso de poder.
El personaje de Lady Anne en la tragedia de Shakespeare es fascinante e incomprensible. La escena de Ricardo III, germen de este montaje, es extrema y violenta en lo intelectual, y un ejemplo de la manipulación humillante que el poder ejerce en muchos casos contra las mujeres. Anne, viuda de Eduardo de Lancaster, vela el cuerpo de su suegro que, como su marido, ha sido asesinado por instrucciones de Ricardo III. Su vulnerabilidad en ese instante es absoluta, pero el dolor no disuade al deforme Ricardo para cortejar a Lady Anne frente al féretro. La insensibilidad que muestra nos violenta, pero su aprovechamiento intencionado de la fragilidad de la viuda indigna. Sin embargo, contemplamos con estupor que Lady Anne cede sin oposición. Y lo hace como otras tantas protagonistas retratadas por Shakespeare. Mujeres que absuelven o se someten frente al abuso sin lucha ni orgullo. Hoy es Lady Anne, hace unas semanas en el mismo teatro de la Abadía el foco lo reclamaba la hija del Rey Lear, Cordelia. Nos habituamos a una dinámica narrativa que lleva mal la disección que reclama la mirada contemporánea.
Gelabert y Nieto aportan esa reflexión a través de un diálogo crítico e inteligente entre el texto de Shakespeare y el ensayo, en el que la actriz sufre con un director inclemente y soberbio que la vapulea, cuestiona y avasalla, traspasando los límites del respeto profesional. El juego especular está servido, y con él la denuncia contra la autoridad que utiliza la fragilidad como instrumento de humillación, pero también una reivindicación de los límites del consentimiento que reverbera en la respuesta que Lady Anne le da a Ricardo: «aceptar no es conceder».
Elisabet Gelabert soporta el peso protagonista. Ella es la actriz que interpreta a Lady Anne y será la propia Lady Anne, porque el juego metateatral traspasa por momentos los límites de lo verosímil, y el ensayo acaba suplantado por la propia escena ensayada. Gelabert construye con una pasión que parece biográfica. En una primera parte su interpretación se deja arrastrar por la fragilidad caótica de su protagonista y resulta excesiva, sin matices. Sólo cuando el personaje de Lady Anne comienza a apoderarse de la narración, su trabajo gana en solidez y color. Toda ella parece despertar y adquirir una dignidad magistral sobre la escena. Nos ofrece elegancia, mesura y un desarrollo emocional conmovedor en una escena con fuerza hipnótica.
Inma Nieto, además de escribir y dirigir el montaje se reserva el papel más ingrato. Ella es Ricardo III y el tiránico director teatral. Su intervención, siempre exacta, tiene escaso margen de creación, pero espolea y alimenta el trabajo de Gelabert.
El montaje es inteligente y minimalista. En escena nos encontramos con pocos elementos, pero colocados con gran intuición dramática. La iluminación de Pedro Yagüe y el diseño sonoro de Javier Almela componen ese mundo donde el ensayo y la obra ensayada se difuminan, con un trabajo en el que destaca la delicadeza. Un mimo que se manifiesta también en el vestuario de Nuria Martínez que permite a Gelabert transformar su actriz desaliñada y asustada en una mujer con una dignidad silenciosa y doliente.
Estas Hijas de Eva (maravilloso nombre para una compañía integrada por mujeres) juega con los límites de lo teatral, y emplean el discurso clásico como herramienta de reivindicación contemporánea y personal, poniendo en escena los abusos que los directores ejercen sobre sus actrices. Lady Anne representa a muchas actrices pero representa a todas las mujeres que de otra forma profesional o personal hemos aceptado la humillación por imperativo autoritario, aunque nunca hayamos internamente concedido legitimidad a ese abuso de poder, porque aceptar, como dijo Lady Anne, no es conceder.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel