El Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid acogió el estreno absoluto de Obra Imposible, último proyecto de Los Bárbaros. Con esta pieza la compañía cierra la trilogía que empezaron con Obra inacabada y siguieron con Obra Infinita.
Javier Hernando y Miguel Rojo, fundadores e integrantes de Los bárbaros, se alejan de la vibrante línea que seguía la trilogía, y concluyen el itinerario llevándonos a un lugar teñido de desencanto. Obra imposible nace en un mundo áspero y huraño. Un presente en el que “el otro” ha desaparecido y las palabras parecen perderse en el vacío en búsqueda de un receptor que nunca llega.
El montaje se divide en dos piezas de ritmo y lenguaje diferentes. La primera, que abarca el primer cuarto de hora, arranca como un rápido retrato del siglo XX. En el escenario desnudo e iluminado sutilmente, atisbamos entre la niebla a Rocío Bello y Jesús Barranco. Dos personajes que deambulan sin rumbo, y se visten y desvisten tomando ropas de unos grandes burros. El ritmo lo marca el espacio sonoro, que firma Pilar Calvo. Ruidos desapacibles, marchas militares, discursos, el estruendo de los bombardeos y las sirenas enmarcan los personajes que nacen tras cada cambio de ropa. En instantáneas fugaces, los dos personajes nos componen el retrato de destrucción del siglo XX, casi expresionista, iluminado con excelente diseño por Miguel Ruz. Los movimientos políticos, los populismos, y sobre todo las ensordecedoras guerras y fracasos, alcanzan un paroxismo de ruido desasosegante que se cierra en silencio.
Comienza en este momento la segunda parte en el que encontramos a Barranco y Bello, nuevamente convertidos en Jesús y Rocío. Un hombre y una mujer que parecen haber perdido cualquier contacto con el mundo exterior. La sociedad puede haber desaparecido, y a pesar de ello construyen ficciones con la esperanza de llegar a un interlocutor, cuya respuesta se retrasa una vez tras otra. Sentados en grandes mecedoras frente a frente, locutan ante una mesa camilla un programa de radio imaginario al que han llamado Un día más, un día menos. Viven sumergidos en una espera que se antoja interminable, y ante el desencanto imponen la fantasía. Desde su programa de radio leen las cartas de oyentes imposibles, reciben mensajes de voz que nunca se enviaron, y piden a su realizadora que dé paso a los temas musicales que ellos mismos entonan. La ficción se impone como sustento intelectual contra la desesperanza. Sin embargo ésta estrecha su lazo invisible. La resistencia poética y creativa con la que ambos se protegen se está agrietando. Las narraciones se vuelven agridulces y surrealistas, y comienzan a poblarse con imágenes que resignifican su lucha: lemmings que se suicidan colectivamente cuando su sociedad se colapsa, o burros en revolución marchando por las calles. La ficción se descompone y la espera desespera, como Rocío formula: qué sucede cuando se espera algo que no llega nunca; un trabajo o la freidora de aire cuyo reparto está siempre en tránsito.
Rocío Bello y Jesús Barranco trabajan desde la poesía, y con ella recorren los senderos divergentes de esta ficción, nunca mejor dicho, imposible. Despliegan una complicidad bien engrasada, y se alimentan mutuamente en una interpretación cálida que coquetea con la nostalgia y nos sumerge bien en el tono del libreto.
Obra imposible nos lleva del horror al desencanto y nos abre una puerta final a una esperanza que se muestra disidente, festiva, como una revolución de burros. Los bárbaros han construido nuevamente una fantasía edificada con relatos que, en la voz de Rocío Bello y Jesús Barranco, resultan paradójicamente posibles.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel