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09.05.2024 Críticas  
Acorar – Crítica 2024

El actor Toni Gomila vuelve a Barcelona, concretamente al Espai Texas, con su aclamado monólogo Acorar, una mirada entre lo cotidiano, lo venerado y lo reivindicativo a una Mallorca de tradiciones familiares ligadas a la tierra, una Mallorca que ya ha desaparecido, engullida por la modernidad, la homogeneización y la influencia foránea.

Acorar lleva rodando desde 2011, lo que, incluso pandemia mediante, suma muchos cientos de representaciones. Tiene incluso un documental propio que analiza su éxito. Y la clave está tanto en el qué como en el cómo, la clave está en Toni Gomila.

Gomila narra con una particular prosa poética los recuerdos de la matanza del cerdo en la granja familiar, aquel momento que reunía a todo el clan, perfectamente distribuido en tareas para convertir el animal sacrificado en delicias para los meses venideros. El actor y autor de la pieza (dirigida por Rafel Duran), va y vuelve de su persona, transmutándose en los variados elementos de la unidad familiar dispersa, reunida para la ocasión de la matanza, adquiriendo rasgos distintivos con una facilidad engañosa, pulida a lo largo de muchos años.

Cuando Toni Gomila habla del pasado, oscila entre una nostalgia por tradiciones perdidas y un punto de vista más contemporáneo, sabedor de que los tiempos han cambiado y que, como él mismo dice, incluso las fotos de su infancia eran todas en color. Pero es algo más que un tema personal: Acorar nos habla de la pérdida de una cultura, de una identidad, que va más allá de la «invasión alemana» (aunque tenga mucho que ver). De unas tradiciones y unas liturgias. De un vivir pausado. Es consciente de que, cuando la matanza peligra, preguntarse «¿y qué comeremos?» es absurdo, en el mundo en el que vivimos. Pero al mismo tiempo, es un sustento muy diferente el que peligra. La palabra misma. Lo ancestral por lo oral. Lo que entra y lo que sale de la boca

Lo que dice Gomila es tan importante como lo que no dice. Combinado con las perturbadoras proyecciones que le rodean, sustituyen y engullen entre pausas, nos da la sensación de que esa carne viva del cerdo es la Mallorca de antes, y esa pasta triturada que se convierte en sobrasada es el resultado de las aniquilaciones culturales del último medio siglo. Y aún peor que triturada: podrida.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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