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03.05.2024 Teatro  
Ifigènia – Crítica 2024

El ciclo troyano tiene muchos elementos, y entre el Rapto de Helena y La Ilíada pasaron muchas cosas. Una que suele olvidarse, pero que disparó una sangrienta cadena de venganzas, es la que llega ahora al Teatre Lliure de Barcelona. Y es que Eurípides nos contó como, para que los griegos partieran hacia Troya, los dioses exigieron el sacrificio de la hija de Agamenón: Ifigènia.

Es complicado el malabarismo que intenta la directora Alícia Gorina con la nueva producción del Teatre Lliure en Montjuic. No solo poner en pie la tragedia de Eurípides Ifigenia en Áulide, sino también las líneas generales de sus secuelas.

La primera mitad es impecable: un escenario arrasado, desnudo. Unos protagonistas que, aunque enfrentados a los ardores épicos de las difíciles decisiones que tienen delante, se nos demuestran humanos: Agamenón (Pere Arquillué), su esposa Clitemnestra (Emma Vilarasau), su hija Ifigenia (Marta Ossó), y el hermano de Agamenón, Menelao (Albert Pérez). Todos hablando de dioses y adivinos y destinos, pero muy anclados en la realidad, en la sangre y los sacrificios de la carne. En las dificultades de la política cuando mil barcos cargados de hombres sedientos de sangre aguardan impacientes. Esto entronca directamente con la Electra del propio Eurípides, en la que a diferencia de versiones anteriores prescindió de la influencia divina.

Hay un quinto personaje que incluso haciendo de bisagra entre el hombre y el mito, sigue más cerca de nosotros que de los dioses: Aquiles. Pau Vinyals lo formula como bravo guerrero y noble varón, orgulloso pero piadoso, y hay que estar muy atento a su gestualidad y a su vestuario para atisbar a duras penas una sugerencia de su invulnerabilidad. Y al otro lado de lo puramente humano, un coro de cinco mujeres (seis luego cuando se les una Ifigenia) que cuentan los mitos relacionados con toda esta historia, mitos que pueden ser falsos, dioses que pueden ser puras invenciones para justificar la barbarie y el horror secular contra las mujeres. Cèlia Castellano, Daniela Fumadó, Júlia Genís, Laura Roig y Neus Soler se preguntan hasta cuándo.

En la segunda mitad, una vez acabado puramente lo que constituye Ifigenia en Áulida, comienza lo confuso. Todo lo que viene después: la cadena de venganzas al regreso de Agamenón, la supervivencia de Ifigenia, su reencuentro con Orestes y el papel de Atenas para restaurar la fe en la justicia por encima de la venganza… Todo eso que ocupa cuatro o cinco (Ifigenia en Táuride, Electra, las tres partes de la Orestíada de Esquilo) se condensa en una especie de fast forward. El coro se convierte en uno fúnebre, y los actores encarnan a sus hijos (Arquillué pasa de Agamenón a Orestes; Vilarasau, de Clitemnestra a la Ifigenia madura). Y aunque la cadena de re-encarnaciones tiene un valor simbólico (venganza de padres a hijos interpretados por los mismos actores), también resulta repetitiva y confusa, tanto que muchos espectadores requirieron del resumen final de Atenea para comprender exactamente qué había pasado. Comparado con la claridad meridiana del primer acto, esta segunda parte desdibuja el conjunto y parece pecar un tanto, por así decirlo, de hybris. Toca repartir responsabilidades entre la adaptación de Albert Arribas y la dirección de Alícia Gorina, igual que ambos brillan desmedidamente en las decisiones de la primera parte.

El resultado, por tanto, es desigual. 130 minutos dan para contar Ifigenia en Áulide y alguna cosa más, pero si ese «algo más» son cuatro obras completas, sin nuevos decorados más allá de un altar, ni nuevos actores, evidentemente algo tiene que flojear. Y, repito, es una pena porque sinceramente los intérpretes habitan todos los papeles con la soltura que les permiten sus años de experiencia, pero sin duda brillan mucho más con todo el contexto que les dota la primera mitad que con los trazos sencillos que encuentran en la segunda. La ruta que va desde las dudas terribles de Agamenón al «adeu llum que jo estimo» de Ifigenia (recordemos E.R. de Benet i Jornet, el germen de que Alícia Gorina dirija esta producción) es poderosa y el coro la enriquece enormemente. Lo demás es también muy interesante, pero merece algo más que un recap de greatest hits.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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