Tercera y última cita (para mi) del abril imaginario en El Umbral de Primavera de Madrid, con Bambi, de Candela May; donde asisto al despertar de Ifigenia tras ser sacrificada por su padre para que los vientos fuesen favorables para llegar a un guerra.
Bambi está dirigida e interpretada por Candela May, sobre textos de ella misma y de Eurípides; y cuenta con Violeta Rodríguez como ayudante de dirección, vestuario de Ivana González, movimiento de Ángel Perabá, iluminación y técnica de Marya Elena Gallegos y sonido y música de Raúl Bernal.
«Ifigenia y Aquiles, Candela May y el actor, no se conocen: cada noche es su primer encuentro, su primer todo. Ifigenia descubre el mundo del amor y del afecto y del tacto a través de vosotros. Fuisteis testigos de su sacrificio y hoy sois testigos del renacer de su primavera.»; es la sinopsis que de Bambi comparte la compañía, modern day chronicles.
Ifigenia en un colchón duerme, y sobre la sabana blanca espera a su Aquiles, exponiendo su talon; un talon con una marca alada y una cicatriz de cuando tenia 5 años y se rompió un tobillo. Esa misma parte que le expone, con la bota y el calcetín quitado, es también su debilidad, aunque ella no morirá porque una flecha se lo atraviese, ella ya no puede morir, ella ya lo ha hecho, y su sueño es el que velamos los testigos que llegamos a la sala, y a rodeamos, y la observamos, y vemos cómo parece que se quedó dormida con el portatil encendido donde aun se reproducen comedias románticas, o dramas románticos, o quizás su vida, una tragedia romántica que ni dio comienzo, siendo la promesa del amor el señuelo con el que se le atrajo para ofrecerla como sacrificio. Ojo por ojo, ciervo por ciervo.
Una tarde de abril de 2024 ella abre los ojos para encontrarse frente a su Aquiles. Un Aquiles que le está esperando. Un Aquiles que quizás no ha ido al encuentro de Patrocolo aún, o que quizás ha vuelto como ella. Ifigenia lleva tres mil y pico años dormida, pero soñando, en una muerte inducida en la que ella ha sido testigo de la historia del mundo, y de la evolución de la sociedad, y de lo que es un taxi, aunque no lo diferencie de un Uber. Ella ha soñado con todo lo que no ha vivido, pero lo que si estaba esperando es el encuentro con él, al que se espera tal y como le ve al abrir lo ojos y tenerle a su lado. Cada día que ella despierta, durante este ritual semanal durante todo el mes de abril, ella abre los ojos a un Aquiles distinto que es tal y como ella le ha soñado. Y gesticula igual, y anda igual, y le mira de la misma manera, y tiene la misma voz.
La Ifigenia de Candela May es un personaje de Sofia Coppola: una chica blanca que vivirá con intensidad el tiempo que esté despierta, antes de, quizás, volver a sumirse en el mismo sueño del que despertó. Una chica griega de hace tres mil años cuyos referentes ya no son sus ancestros, o las tragedias que vio en un escenario, sino películas oscarizadas, cine de filmoteca de directores europeos en las que la mayor tragedia que pueden llegar a sufrir sus protagonistas es que las echen del trabajo, la tarjeta les de denegada al pagar un Pumpkin Spice Latte en el Starbucks, o que se le rompa el amor de tanto usarlo; o simplemente, se olvide de él.
La propuesta de Candela May con su Bambi es mas cinematográfica que escénica, y asistir al despertar en directo y al deambular por las calles de Lavapiés con su Aquiles es una experiencia tan meta que confunde y atrapa a partes iguales. Cuando su cita finaliza frente a los testigos que hemos sido el público, que hemos permanecido atentos a las palabras entrecortadas desde un café, o la visita a una librería, lugares en los que, como en las películas, no existe la transacción mercantil, sino que todo está ahí para su utilización y consumo, como parte del pacto ficcional que se nos plantea; pues cuando Ifigenia y Aquiles ocupan las sillas que hay frente al público, y que han permanecido vacías todo este tiempo, es cuando la magia ocurre, y se palpa la realidad de que nos encontramos ante dos personas desconocidas, que han estado abriéndose al otro, en mayor o menor medida, durante una cita de dos horas.
Es inevitable no proyectarse ante Bambi, y esa eterna primera cita, como son todas las primeras citas, y ver que la actriz ha desaparecido en el personaje, y ya no ves a Candela, y solo es Ifigenia, o quizás no sea más que Candela diciendo a ese otro que se llama Ifigenia, cuando quizás su cita ni siquiera se llama Aquiles. Esta cita Tinder escénica depende mucho del salto de fe y de la tolerancia del espectador a algo totalmente inesperado, pero que una vez pensado y reflexionado, se siente como toda una experiencia artística. Cine, teatro y vida en directo coinciden en el espacio-tiempo, como hacemos nosotros mismos asistiendo a un ritual de amor, a un First Dates mitológico y contemporáneo.
Crítica realizada por Ismael Lomana