Las niñas de Cádiz han colgado el cartel de entradas agotadas en el Teatro Quique San Francisco de Madrid con su último trabajo Las bingueras de Eurípides. José Troncoso dirige esta obra desenfrenada y divertida que se inspira muy libremente en el clásico griego Las bacantes.
La autora Ana López Segovia ha puesto su mirada en esas mujeres que, superados los cincuenta, sobrellevan la frustración y las preocupaciones con mutuo apoyo (sororidad), humor y pastillas. Mujeres que han perdido hijos, que son ignoradas por sus maridos o que sufren la opresión de hombres maltratadores, sean esposos o hijos. En definitiva, mujeres reales que sólo necesitan un empujón que las legitime para rebelarse y vivir libres. Ellas serán las bacantes en este montaje. Tres mujeres que se verán inspiradas por una divinidad dionisiaca, esta vez con forma de mujer, que propicia su encuentro en torno a un bingo clandestino. En este espacio exorcizan penas y ansiedades, eludiendo la autoridad masculina que, siempre al acecho, las hostiga y acosa.
Poco queda de Eurípides en el montaje, sólo una delgada línea argumental y el espíritu dionisiaco y hedonista enfrentándose al apolíneo. El resto pasa por el filtro agudo, divertido y desprejuiciado de López Segovia, que plantea una dramaturgia frenética,rimada y convertida en fiesta delirante por Las Niñas de Cádiz. No cabe más talento en estas cuatro mujeres. La propia Ana López Segovia, Alejandra López, Teresa Quintero y Rocío Segovia desbordan personalidad y una inteligencia dramática superlativa que aplican a un estilo que merecería ser considerado como un género propio. En su teatro cabe la comparsa y la chirigota, ese Cádiz omnipresente de manteca colorá y levante, el humor socarrón, pero también la poesía y la ternura. A su paso nada queda en pie.
José Troncoso entiende bien este lenguaje y las cuerdas que mueven al elenco. Esa complicidad aflora en la dirección, que explora la comicidad más salvaje ofreciéndonos un banquete loco, verdaderamente dionisíaco, en el que la carcajada es el plato principal.
Pero las bacantes necesitan un interlocutor que represente el orden al que oponerse. Fernando Cueto y el propio José Troncoso, alternándose con José Carlos Fernández, están en ese lado, aunque con diferente intensidad. El primero será un “Suarseneguer” implacable. Un policía de habla fina para el que cerrar el chiringuito de las bingueras se ha convertido en obsesión. Su compañero, un hedonista encubierto que rompe a bailar con dos palmas que le toquen, será cómplice del grupo de mujeres, y entorpecerá en la medida de lo posible la persecución a la que se ven sometidas, hasta que se produzca el desenlace inevitable. No perdamos de vista qué tras las bingueras hay un inspirador origen clásico y la tragedia siempre acaba llegando.
El espacio se compone por unas pocas sillas y un rectángulo rojo marcado sobre el escenario, como un ring en el que se enfrentan orden y placer. La narrativa y el lenguaje son tan potentes que el montaje no requiere nada más que la iluminación poética de Agustín Maza y el diseño sonoro de Mariano Marín.
Ni la risa más avara puede resistirse a este espectáculo desbordante. Durante la función las carcajadas despertaron la gratitud del auditorio que no pudo contener el aplauso entre escenas, a sabiendas de que el ritmo podía acusarlo. Más de uno tampoco fue capaz de retener las risas sofocadas cuando la narración se puso seria, arrastrados por la inercia de este humor disparatado e inteligente. Esa es la capacidad de este montaje y prueba de su excelencia es que ha agotado las entradas. Las bingueras de Eurípides es un ejemplo de teatro con identidad. Las niñas de Cádiz plantean un lenguaje capaz de traspasar las fronteras geográficas de su humor y alcanzar a todos los públicos. Diría que tienen duende pero hay más, muchísimo más. En su trabajo hay una narrativa perspicaz, un uso agudo del verso, gran intuición escénica y una sensibilidad para la comedia desbordante. El montaje ha reunido cuatro nominaciones a los premios Max de este año. Pocas me parecen.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel