novedades
 SEARCH   
 
 

16.04.2024 Críticas  
Orgia – Crítica 2024

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona presentó la semana pasada Orgia. Estreno en Barcelona de la partitura lírica de Hèctor Parra y coencargo y nueva coproducción entre el Teatro Arriaga Antzokia de Bilbao, el Festival Castell de Peralada y el Gran Teatre del Liceu. Calixto Bieito, director de la ópera, aporta toda su ambición en la disección de los personajes protagonistas de esa trágica historia autodestructiva de un matrimonio.

Después de dos colaboraciones operísticas previas entre Calixto Bieito y Hèctor ParraWilde (2015) y Les bienveillantes (2019) -, ahora ambos artistas han trabajado sobre el texto original de Orgia (1966), que habla del malestar del ser humano en la sociedad capitalista, dominada por el consumo y la uniformización para adaptarlo a la ópera que pudimos disfrutar la semana pasada en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.

Escrita para tres voces y orquesta de cámara, Orgia construye puentes entre la ópera expresionista del siglo XX y las últimas vanguardias, con algunas citas barrocas. El maestro Pierre Bleuse se pone al frente de la Orquesta del Liceu, haciendo brillar una partitura enérgica con la ayuda de las voces de Aušrinė Stundytė, Christian Miedl y Jone Martínez.

En gran medida, además de una tragedia sobre el espíritu del siglo XX, Orgia es también un drama doméstico: habla de una pareja que ha acabado aburriendo su vida en común, que no tiene nada que decirse —si es que alguna vez tuvo algo en común— y que ha llegado al punto en el que sólo se sabe comunicar por medio de la violencia en una relación sadomasoquista altamente tóxica. Por tanto, el horror de la historia está encerrado entre las paredes de su casa: un piso modesto, de clase media, que quiere ser una metáfora de la condición pequeñoburguesa como una cárcel o un infierno.

La producción creada por Calixto Bieito es extremadamente fiel a la obra de teatro de Pasolini. El libreto respeta casi la integridad del texto y, Bieito, quien se encarga también de la adaptación, sólo ha recortado algunas líneas redundantes para agilizar la acción sin que se pierda ningún sentido profundo del mensaje del autor. Así, en Orgia, el amor y el sexo están al servicio de una destrucción sádica. La acción transcurre en casa de un matrimonio, un espacio cerrado donde la angustia y el remordimiento proyectan sombras monstruosas. La única forma que tienen de soportar su relación es con un rito sadomasoquista que canaliza las frustraciones con el dolor.

Esta pieza turbia, se desarrolla en una escenografía que nos presenta un piso modesto y confortable con una decoración típica de los años sesenta en la que todas las habitaciones están a la vista: el recibidor, la sala de estar, el dormitorio. Un piso que nos crea una familiaridad, ya que podría ser el piso de cualquiera: Paredes blancas, estilo diáfano, muebles sencillos… Todo ocurre entre esas cuatro paredes que encierran más de lo que se muestra. Un lugar que se llena de confesiones, perversiones y violencia. Un lugar delimitado que llega a ser opresivo.

La escenografía creada por Bieito casa perfectamente con la música de Parra. Esta, visceral y disonante, hace que aumente hasta el límite la sensación de pesadilla que siente la familia protagonista; llevando al público a generar una empatía y entendimiento a su persona. Una partitura contemporánea que no se ajusta al gusto de todos -pudimos ver algunos abandonos en la sala- pero que ofreció lo que prometía desde un inicio: un vuelta de tuerca a las óperas que estamos acostumbrados y la creación de una sensación extraña en el respetable que le hiciera encoger el corazón.

Uno de los mensajes que la obra nos lanza, es que la sociedad capitalista convierte a las personas en conformistas, en simples consumidoras, y acaba anulando su iniciativa y su sentido crítico. El personaje del Hombre (interpretado por Christian Miedl) acaba admitiendo que es homosexual y asume que esta sociedad nunca le dejará salir del armario y mostrarse como diferente frente al resto: de ahí su malestar y su posición incómoda en el matrimonio, ya que lo utiliza como fachada para proyectar una imagen correcta de marido ejemplar, de pequeñoburgués sin aspiración alguna. Por su parte, La Mujer (interpretada por Aušrinė Stundytė), sitúa el origen de su malestar en la descomposición de su alma: echa de menos un tiempo pasado más tranquilo, menos acelerado, en el que cada paso en la vida tenía un sentido, al tiempo que se encuentra atrapada en un matrimonio con un hombre al que no ama y con unos hijos que no ha deseado. Una historia no muy alejada de la sociedad actual con la que podemos empatizar fácilmente. Por último, Una Prostituta (interpretada por Jone Martínez), aparece en escena para satisfacer los deseos del hombre y este acaba descargando su fría y violenta frustración con ella. Una catarsis que hará que la escabrosa violencia se desenfrene aun más.

La idea de Orgia fue siempre mostrar una imagen creíble de una sociedad desquiciada e hipócrita, siendo fiel a la idea de Pasolini de criticar la corrupción moral de la sociedad contemporánea a través de la representación del comportamiento más cruel y la búsqueda de la catarsis. Y he de indicar que lo vivido desde la butaca lo cumple con creces.

En la interpretación, destacar el trabajo de los tres cantantes en escena (Aušrinė Stundytė, Christian Miedl y Jone Martínez) quienes lidian con una dificultad extrema tanto en lo que se refiere a la interpretación dramática como a la puramente musical. Mezclando una interpretación corporal, que ofrece y recibe violencia de forma continuada, con un lirismo fluido y orgánico que varia las interpretaciones vocales llenas de texturas inestables que ponen en evidencia la fragilidad de la condición humana. Estas últimas, se entremezclan con pasajes de transición que se expresan con una voz casi hablada humanizando aun más al personaje y acercándolo al respetable.

Aunque he de indicar que Orgia no acabó de atraerme tanto como esperada, hay que alabar la maestría de adaptar la obra de Pasolini en una versión más contemporánea que remueva consciencias. Y, sobretodo, defenderla en escena con una espectáculo tan visualmente crudo que cree la incomodidad necesaria que la ópera busca crear.

Crítica realizada por Norman Marsà

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES