Los miércoles en el Teatro Alfil de Madrid tienen tintes cinematográficos gracias a La Fantoche Producciones. Una noche en el Alhelí, con dramaturgia de Sergi Manel Alonso, es un thriller enloquecido y gamberro con personajes en el límite, pistolas y luces de neón.
El Alhelí es un bar de carretera en el que coinciden durante una larga noche cinco personajes descarriados: dos hombres trajeados que huyen de la policía cargando con un preciado maletín, la propietaria del local, que vive acosada por las deudas, una cocinera rumana y una prostituta. Sólo esta simple descripción de la trama hace aflorar en nuestra imaginación los primeros minutos de la película Abierto hasta el amanecer. La referencia es acertada. Sergi Manel Alonso bebe de muchas fuentes y las influencias de Quentin Tarantino o Guy Ritchie están muy presentes en su trabajo. Se aprecia en los diálogos ágiles que los actores Daniel Retuerta y Pablo Castellanos se cruzan como sosias de Jules Winnfield y Vincent Vega en Pulp Fiction, pero, sobre todo, por ese tono de comedia donde la acción asciende siempre acelerada hacia un clímax enloquecido. Una historia, regida por la violencia, en las que la distancia que separa el respeto de la traición tiene el grosor de un pelo.
Sin embargo, Sergi Manel tamiza las referencias y las hace pasar por un filtro cañí. El Alhelí no es un diner, es un bar de carretera que huele a tortilla de patatas. Es un lugar sórdido, pero a la española, y eso cambia completamente el tono, aunque la narrativa siga siendo cinematográfica. Esa interesante contaminación entre géneros se aprecia en la construcción de los diálogos y más notablemente en la transición entre escenas.
Daniel Retuerta y Pablo Castellanos, ya citados, interpretan con María Asensio, Ángela Puertas y Lidia Persa a los cinco protagonistas. La historia es coral, ya que ninguno de los personajes tiene un peso singular, pero sus caracteres, aunque son relativamente estereotipados, están bien dibujados. Eso es aprovechado por el elenco que realiza un buen trabajo interpretativo en el que brillan especialmente, en parte por el color de sus personajes, Daniel Retuerta, María Asensio y Lidia Persa.
Retuerta afila la comicidad con el personaje más directo y divertido. Es gamberro, tramposo y excesivo, y logra apurar los límites sin traspasarlos, manteniendo un perfil verosímil. En el lado femenino Asensio y Persa interpretan a unas “primas” rumanas con dos caracteres profundamente antagónicos. María Asensio reúne dulzura, calidez y fragilidad en una cocinera sensible y enamoradiza. Ella es la única que logra despertar nuestra empatía entre ese retablo de seres imperfectos e interesados que habitan el Alhelí. En el otro extremo del espectro Lidia Persa construye un personaje titánico que desde su entrada en escena secuestra la atención y absorbe el oxígeno. Su capacidad para expresar naturalidad en un personaje tan excesivo es magistral. Nos hace reír con su procacidad y todo en ella, por muy aberrante o improbable que sea, parece plausible. Por otro lado hay que desatacar su versatilidad, como la de Asensio, para impostar el acento rumano sin convertirlo en una parodia.
Desde el punto de vista técnico el montaje opta por la simplicidad dejando el peso en la propia historia y sus personajes. Víctor Duque asume el diseño de escena y los audiovisuales. Con muy pocos elementos logra transmitir la sordidez del entorno, que no vive su mejor momento, y subraya la acción con una iluminación de contrastes muy marcados que nos conducen al intenso final.
Una noche en el Alhelí es un thriller violento y divertido que nos trae recuerdos a Richie y a Tarantino, pero también a Alex de la Iglesia. Un historia de acción creciente que sigue a cinco personajes al límite que inician, cada uno a su modo, una huida imposible. Un historia de perdedores que forjan alianzas y traiciones durante una única noche, tras la que sólo el Alhelí parece tener opciones de futuro.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel