Juan Mayorga estrena en el Teatro de la Abadía de Madrid su última obra La colección. José Sacristán y Ana Marzoa protagonizan esta pieza de belleza literaria y profundidad filosófica en la que se aborda, entre otros muchos temas, la importancia del legado, la necesidad de perdurar y la extraña conexión que a veces alcanzamos con los objetos.
La trama de La colección es formalmente sencilla. Héctor y Berna, interpretados de forma magistral por José Sacristán y Ana Marzoa son un matrimonio sin hijos, que ha dedicado su vida a crear una colección. Ahora, ya ancianos y preocupados por la falta de un heredero, iniciarán una búsqueda para encontrar un sucesor. A este fin invitan a Susana (excelente Zaira Montes), también coleccionista, que será examinada para valorar si es la candidata idónea.
Tras este punto de partida, Mayorga construye una narrativa en la que el peso es poético y el fondo filosófico, y profundamente simbólico. Para empezar, la acción de objetos que la pareja ha compilado a lo largo de toda su vida se almacena en un lugar que Berna llama la caverna. La referencia platónica surge inmediatamente, y en la forma que la que los diálogos se construyen la reflexión metafísica se vuelve más potente. Sin embargo, es demasiado críptica, demasiado hermética. Pone en el espectador una carga interpretativa y el texto fluye en su lirismo, pero acaba por no traspasar a la platea. Las dudas que Mayorga siembra, acechan sin respuesta, y al término de la función hay un sentimiento confuso. Al aplauso, uno es consciente del magnífico trabajo en la interpretación y en la dramaturgia, por no hablar de la soberbia parte técnica, pero tiene la frustrante sensación de haberse perdido algo, de no llegar a entender, de no haber logrado conectar. No obstante algunas reflexiones sobre el tiempo, la renuncia, el fracaso o la íntima conexión que alcanzamos a veces con los objetos, brillan, pero siguen sin vincularme con la acción, que por otro lado se viste de un logradísimo suspense metafísico. Mayorga crea un espacio en el que nada parece lo que es, en el que nada es lo que es y sin embargo, todo parece contenido en ella. La colección a veces resuena con ecos de La Biblioteca de Babel de Borges.
Las motivaciones del matrimonio protagonista y de la joven Susana también se presentan crípticas, aunque no impide una excelente labor de interpretación. José Sacristán hace de Héctor, un hombre frágil, que se siente en el fondo fracasado, algo que refleja en su propia colección personal. Su trabajo es soberbio, lleno de carácter y magnetismo. A su lado, Marzoa actúa como contrapunto. Ella es más pragmática, enérgica, menos poética. Su actuación refleja bien el carácter resolutivo de Berna. El elenco se cierra con Zaira Montes e Ignacio Jiménez, la primera como una Susana enigmática y el segundo, en un pequeño papel como ayudante del matrimonio.
Además del extraordinario ejercicio interpretativo, Mayorga suma a dos profesionales que componen un espacio escénico lleno de interrogantes y sombras. Alessio Meloni, tiñe de negro la escena creando volúmenes imprecisos que Juan Gómez-Cornejo ilumina poéticamente. Las luces cenitales proyectadas desde el alto ábside de la sala Juan de la Cruz acentúan el carácter simbólico del texto y la atmósfera se eleva. Todo adquiere un tono onírico, que Jaume Manresa refuerza desde la música y el creativo diseño del espacio sonoro.
Y aquí está en resumen la paradoja. La Colección aúna una potente dramaturgia, interpretaciones magistrales y un diseño del espacio escenográfico brillante que, pese a la potencia de su conjunto, late frío. Mayorga crea una atmósfera de suspense magnífica. Despierta nuestra mente asomando conceptos que nos arroja como pistas para un desenlace hermético en el que la simbología es pródiga, poética, pero no logramos salir de su laberinto. Como espectadores terminamos cono objetos coleccionados en esta infinita Biblioteca de Babel.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel