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27.03.2024 Críticas  
Sinfonía Gaudí – Crónica 2024

La Banda Municipal de Barcelona, con su director titular José Rafael Pascual-Vilaplana al frente, ha presentado en L’Auditori de la ciudad condal un concierto con una selección de piezas dedicadas, precisamente, a Barcelona. Vientos, metales y percusión, al servicio de piezas del siglo XX y XXI, de lo tradicional al más riguroso estreno… e incluso alguna sorpresa.

La velada se abrió con un título sugerente: «Mont Juic» la «suite of Catalan Danses» que escribieran Benjamin Britten y Lennox Berkeley tras conocerse en el Festival de la Sociedad Internacional para la Música Contemporánea que se celebró en Barcelona en abril de 1936. Durante su estancia, asistieron, entre otros actos musicales, a un festival de danzas folclóricas catalanas en la explanada de la Exposición Internacional de la montaña de Montjuic, y de los apuntes de aquella experiencia, la pareja de compositores decidió escribir conjuntamente una suite de cuatro movimientos, que parafrasea distintos estilos de música tradicional catalana e incluso se atreve a evocar el «Cant dels Ocells» (recordemos que aunque Pau Casals la empezó a popularizar internacionalmente tras la Guerra Civil, la pieza es un villancico tradicional con más de 300 años de antigüedad; una Guerra Civil que también lamentaron Britten y Berkeley cuando dedicaron el «Lamento» de su tercer movimiento a la contienda española). La BMB afrontó los cuatro movimientos con vigor y frescura, aprovechando perfectamente los arreglos para banda que hiciera Joan Lluís Moraleda a partir del original sinfónico, y consiguiendo que sonara en cierto modo como un paseo por la Barcelona de preguerra.

Salieron de la sala casi todos los metales para la segunda pieza de la velada: el «Brass Quintet» que compusiera en 2015 Salvador Brotons a petición de la formación valenciana Spanish Brass, que entró en el Auditori en posición preferente: Carlos Benetó (trompeta), Indalecio Bonet (trombón), Sergio Finca (tuba), Manolo Pérez (trompa) y Juanjo Serna (trompeta). Con 35 años de carrera como uno de los quintetos de metal más internacionales, el «Brass Quintet» nos sumergió desde su «Allegro» inicial en un mundo urbano casi de cine negro, culminando en un «Presto Leggero» de infarto para la banda. Como propina, Spanish Brass se despidió bisando en solitario una versión del «Mediterraneo» de Joan Manuel Serrat que fue tremendamente ovacionada.

Tras la pausa, y aunque hasta ahora el concierto había sido ya magnífico, tocaba la pieza de estreno, el encargo que le había hecho L’Auditori a Albert Guinovart: la «Sinfonía Gaudí» a partir de las piezas que el fértil compositor crease para «Gaudí, el musical de Barcelona» que se estrenó en el desaparecido Barcelona Teatre Musical en 2002. Guinovart ha articulado la media hora de su sinfonía en cuatro movimientos: «Barcelona» abre con un paisaje sonoro de la atribulada metrópoli catalana en 1926 (un poco a la manera de Gershiwn y su «Americano en París»), que nos deja entrever algunos espacios de calma e intimidad, antes de volver al estrés de los vehículos y culminar, indudable e inevitablemente, con el atropello de Gaudí por el tranvía número 30 en el cruce de la calle Bailén. El segundo movimiento, el «Réquiem» es el más sentimental del conjunto y no se refiere a la muerte del genial arquitecto sino a la de su madre, lo que permite construir paisajes sonoros de infancia, melancolía y pérdida, llegando a un cortejo fúnebre donde se desborda la emoción; si hay que relacionarlo con algo, sería con Nino Rota. El tercer y cuarto movimiento forman una especie de díptico, ya que tratan de la fertil actividad de Gaudí: «Construir» y «Sagrada Familia» nos transportan al espacio de la genialidad, la elaboración, el generoso crecimiento y la urbanización entendida tanto como la ocupación casi fabril de un espacio (con una cadencia persistente que recuerda al «Bolero» de Ravel) como a la invención pura de esa tridimensionalidad que convierte lo espiritual en algo tangible. E incluso en esa tesitura, logra Guinovart transmitir algo tan complejo y abstracto y convertirlo en una música accesible.

A la velada acudieron tanto Brotons como Guinovart, que subieron emocionados al escenario, un recordatorio de que esta música es contemporánea, viva y actual. Tanto como Barcelona, que se explica con una sardana escuchada por dos ingleses, una urbe de cine negro, un balcón al Mediterraneo o la vida y obra de alguien que, literalmente, creó la Barcelona que pisamos y visitamos. Ya lo cantaba el Nano: «mil perfums i mil colors, mil cares té Barcelona»…

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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