Se estrena en el Teatro Real de Madrid uno de los títulos mas esperados y ansiados de la temporada: La pasajera de Mieczyslaw Weinberg. Una ópera que remueve conciencias y nos muestra las heridas de uno de los periodos más oscuros de nuestra reciente historia, el exterminio judío en los campos de concentración nazis.
En escena, la proa de un imponente trasatlántico, años 60, un matrimonio. El esposo es un diplomático alemán camino de su nuevo destino en Brasil. Le acompaña su esposa. La ilusión y la emoción del viaje se truncan cuando ella cree descubrir entre el pasaje a una misteriosa pasajera que le recuerda a alguien.
Ese encuentro desata los fantasmas. Descubrimos que Lisa, esta mujer camino de Brasil con su esposo fue guardia de las SS en Auschwitz, y que la misteriosa pasajera puede ser una reclusa del campo con la que ella tuvo una relación interesada y que daba por muerta. El hecho de que esa pasajera pueda estar viva, y en el mismo barco, provoca una crisis existencial en Lisa quien se ve obligada a confesar a su marido su oscuro pasado en el campo nazi. Esa confesión nos llevará a modo de flashback a los tiempos del pasado, a los horribles barracones de Auschwitz y a los terribles acontecimientos que ocurrieron dentro de esos infames muros.
Para explicar esta interesante e intrigante historia se cuenta con una orquesta enorme dirigida con certeza y precisión por Mirga Grazinyté-Tyla. La intensa música de esta ópera suena potente y en momentos estremecedora. No es para menos, sobretodo cuando se cuentan los horrores de un campo de exterminio.
Las escenografía firmada por el fallecido Johan Engels es de esas que hacen historia. Pasando de la inmensa proa del trasatlántico hasta los barracones del campo. Por otro lado, el diseño de iluminación de Fabrice Kebour es simplemente espectacular, consiguiendo diferenciar las atmósferas y tempos.
El Coro del Teatro Real vuelve a lucirse como de costumbre, ocupando parte del mismo un lugar estático, observador, equidistante y narrador de la tragedia inhumana a la que asistimos.
Los papeles protagonistas recaen en Daveda Karanas como Lisa y en Amanda Majeski como Marta, la pasajera. Ambas intérpretes consiguen llevar al espectador por un torrente de intensas emociones durante el viaje operístico que es este imponente montaje. Ovación más que merecida.
No se queda atrás el amplísimo reparto que consigue en repetidas ocasiones silenciar la platea. Hay un momento especialmente emotivo con la intervención del violinista holandés Stephen Waarts que consigue uno de esos silencios reverenciales tan impresionantes y memorables.
La pasajera es un acontecimiento memorable. Una ópera relativamente reciente que relata un oscuro momento de nuestra historia. Un viaje por los remordimientos, la culpa, el perdón y la redención. Una ópera que pone al espectador ante varias tesituras incomodas presentando un primer acto que es más aséptico para desembocar en un segundo acto que es simplemente desgarrador. Todo encaja y fluye con una maestría apabullante. Se esperaba mucho de este montaje y cumple con creces.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau.