El Teatro de la Abadía de Madrid, en colaboración con el Teatro Real, ofreció durante cuatro únicas funciones Pierrot Lunaire, de Arnold Schoenberg; cuando se cumplen 150 años de su nacimiento. El montaje, producción originaria del Gran Teatre del Liceu, está interpretado y dirigido por Xavier Sabata con prólogo basado en el mito de Narciso a partir de pasajes de la Metamorfosis de Ovidio.
Nos adentramos en Sala San Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía y nos recibe una luz cenital. Xavier Sabata se encuentra tendido sobre una plataforma circular en el centro del escenario que rota lentamente. Su cuerpo, cubierto apenas por una túnica, tiene un reflejo espectral. Mientras los asistentes encuentran su sitio, el intérprete permanece inmóvil con los ojos vendados. Una estatua de mármol blanco que sin solución de continuidad despierta y comienza a recitar el mito de Narciso con voz grave, sorprendentemente bien proyectada desde su posición en el suelo. Xavier Sabata juega con el texto clásico y lo recorre con pasión. A las notables dotes como actor une un control absoluto de su cuerpo. Se contrae y se retuerce con una expresividad dramática que hipnotiza y acompaña constantemente la narración, sin que su voz, magnífica, acuse las evoluciones físicas.
Sabata expresa, en el programa de mano, que el Narciso de Ovidio del prólogo, y el Pierrot de Albert Giraud dialogan en este espectáculo. Ni en la forma ni el fondo llego a encontrar ese pretendido discurso. No veo contraposición ni complemento entre ambas figuras, salvo el hilo de estilo que impone el propio Sabata. No obstante, el prólogo es por sí solo magnífico y el trabajo del contratenor en su labor interpretativa absolutamente brillante. Narciso parece un capricho del programa que, sin embargo, abrazo sin reservas.
Concluido el prólogo, sin transición, entran en escena los instrumentistas Pilar Constancio (flauta y piccolo), Sonia Klikiewicz (violín y viola), Ildefonso Moreno (clarinete y clarinete bajo), Natalia Margulis (violonchelo) y Karina Azivova (piano), con Jordi Francés en la dirección musical.
Sin abandonar la plataforma, Sabata comienza el recitado cantado de Pierrot Lunaire. Los versos perturbadores de los veintiún poemas de Giraud conversan con la música de Schoenberg. No encuentro otra palabra para describir la experiencia más que hipnótica. La música atonal de Schoenberg nos sumerge en un universo áspero, desasido de una lógica que nos reconforte. Los versos caen duros, a veces violentos, a veces poéticos y, Sabata, omnipresente, encarnando a este payaso triste, nos guía. Su propuesta escénica es sobria pero expresionista. El diseño lumínico de Cube.bz compone un espacio físico que circunda al protagonista en una atmósfera alucinada y resalta la excelente ejecución de los solistas de la Orquesta Sinfónica de Madrid, titulares del Teatro Real así como la factura desde la dirección de Jordi Francés.
Abstracto y violento, incomprensiblemente poético. Así es el Pierrot Lunaire de este montaje. Una propuesta desarrollada con profundidad expresionista y gestualidad arrancada de la pantomima de la Commedia dell’Arte en la que todo brilla e hipnotiza.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel