Tras ganar el Premio Max a la mejor adaptación o versión de obra teatral, por fin llega al Teatro Fernán Gómez de Madrid el Yerma de La Dramática Errante, sello artístico de Ane Pikaza y María Goiricelaya, actriz y autora y directora de su inspiración en el texto de Federico García Lorca para hablarnos del deseo y obsesión de esta mujer por ser madre.
Ella (Ane Pikaza) es una artista visual de Bilbao, que junto a Jon (Aitor Borobia) viven una vida acomodada y exitosa, cada uno en su campo profesional, y tras años de relación, la compra de un pisazo y las amigas teniendo bebés a su alrededor, Ella comienza a plantearse que ahora si es el momento de centrarse en la maternidad.
Tenía muchas ganas de este Yerma, «el bueno», como lo hemos ido comentando en redes, tras el estrenado la pasada temporada en el CDN, bien hinchado a nombres de la escena, pero totalmente vacío, aburrido y frío; donde te planteabas si la acción transcurría en el Ártico por lo gélido de las relaciones interpersonales, perdiendo totalmente el vínculo con el ardor, la desesperación y el instinto homicida que la frustración de Yerma termina provocando.
María Goiricelaya, sin palabra alguna de Lorca, pero fiel al fondo del texto del que parte, consigue que esta pareja de pijos de Bilbao se entienda en escena, y veamos ese ardor, aunque la llama se extinga muy rápido en cuanto se les aviva; Ane Pikaza y Aitor Borobia han construido sus personajes desde un registro veraz, cero impostado, haciendo fácil que uno se enganche a su historia y celebres interiormente que den el paso, compartas el hartazgo y la soledad de Ella cuando él no deja de estar ausente en capitales del mundo haciendo cosas muy importantes «de hombre». En el fondo no dejan de ser dos young professionals de feliz vida compartida en redes sociales y miseria existencial, no solo sumergidos, sino practicando apnea con sus trabajos, y llenos de traumas e inseguridades que solo saldrán a flote cuando se les agote el aliento.
Leire Orbe, como la hermana, y Loli Astoreka como la madre, son las bocanadas de aire que rebajan la intensidad de las escenas, y sus intervenciones son dos pulmones muy necesarios que ayudan a la protagonista a salir de su creciente estado de ansiedad; muy acertada la labor de dirección de Goiricelaya también con ellas, manteniendo ese registro tan natural que me hacía asociar la interpretación de este Yerma con los grandes montajes europeos, con directores de renombre, que nos suelen traer por los festivales de la capital. Sin haber visto (aún) el Yerma de Simon Stone, en el Young Vic, con Billie Piper (aún no me lo creo) en el papel protagonista, poco alejado debe de estar el de La Dramática Errante, en cuanto a trascendencia y traslación del personaje a la actualidad. Unai Izquierdo, como Víctor, precisamente su personaje vuelve de Londres, para convertirse casi en el detonante de la acción, es el botón rojo de la maternidad, en el que Ella comienza a ver todas las bondades y necesidades de las que su hombre carece, siendo la más importante su mera presencia.
Si ya la composición de un texto y un montaje como Altsasu, por su inmediatez, y la dificultad de trasladar toda una trama legal y social; La Dramática Errante vuelve a demostrar con Yerma que todo lo que se proponen cuenta con un sello de calidad y ambición que hacía mucho que no se disfrutaba en el teatro nacional. Detalles como la propuesta escenográfica de David Alkorta (también en el diseño de la iluminación, pero es que en la sala Jardiel Poncela casi nada «luce»), o los visuales de Gheada ya lanzan un aviso a la audiencia de que no están ante otro Yerma, y que sea lo que sea que vamos a ver, cumple con un específico estándar de exigencia y calidad.
Me ha resultado muy interesante la decisión de cambiar el destino trágico de la protagonista, la evolución de Ella como creadora, dejando patente en su obra el momento vital por el que pasa y cómo se interpreta desde fuera, contando con esa crítica del ojo externo instándola a volver a lo que hacía antes, sin querer profundizar en el significado de ese cambio, del mensaje que estaba transmitiendo en su momento más oscuro. La forma en la que este Yerma pone el deseo femenino más allá del interés por procrear, contrapuesto al menguante deseo de Jon, es una reflexión que afronta toda esa conversación que se genera en torno a las nuevas masculinidades, y es una buena actualización del personaje del marido, ya ni víctima ni verdugo.
En resumen, salvo un final que no me funciona en absoluto, con un movimiento escénico y un monólogo final reiterativo que me hace perder potencia, Yerma de La Dramática Errante me parece una adaptación sobresaliente, con una dirección muy remarcable, y un trabajo actoral de altos vuelos. Enhorabuena a todo el equipo.
Crítica realizada por Ismael Lomana