Tras sus últimos éxitos Els ocells, De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda o Le congrés ne marche pas, La Calórica recupera en el teatro del Espai Texas uno de sus primeros grandes éxitos: Fairfly, una comedia sobre la burbuja de las startups y la cultura emprendedora.
Fairfly es una obra escrita por Joan Yago con dirección de Israel Solà que habla de los problemas que puede comportar la cultura del emprendedor promovida por gobiernos y mercados como una forma de luchar contra el paro.
La historia que se nos presenta está protagonizada por cuatro amigos interpretados por Aitor Galisteo-Rocher, Vanessa Segura, Xavi Francés y Esther López que se juntan en casa de uno de ellos para redactar una carta dirigida a los trabajadores de la empresa donde llevan trabajando varios años como respuesta al ERE que esta les ha planteado. Aunque en un principio se plantean defender sus puestos de trabajo y crear un comité de empresa con el que luchar, pronto la conversación quedará relegada cuando recordarán una propuesta de negoció que tuvieron hace unos años. Esta idea puede cambiar su vida por completo, lanzándose a emprender y ser sus propios jefes.
Y es que la historia de dejar tu vida de asalariado y emprender tu propio sustento de vida es algo que, posiblemente todos hemos pensado. ¿Porqué no mandar a la «M» a todo el mundo y ser mi propio jefe? La Calòrica, quienes de por sí son sus propios jefes como compañía emprendedora, sabe perfectamente de lo que habla. En el caso que nos ocupa, la obra habla de como el asalariado ha llegado a integrar que si su vida laboral está yendo mal es, en definitiva, culpa suya. La idea recurrente de culpabilizar a los trabajadores y trabajadoras de las miserias o la mala suerte empresarial, es una situación recurrente en las mentes de nuestra sociedad y, en ocasiones (en la mayoría), ellos no son quienes gestionan los objetivos de la empresa. Entonces, ¿debemos sentirnos responsables por algo que no controlamos y cuya empresa y decisiones no son nuestras?
De nuevo, La Calòrica nos presenta una joya con la que disfrutar y, sobretodo, con la que pensar. La dirección enérgica y de ritmo cambiante que impregna Israel Solà en el satírico texto de Joan Yago es un soplo de aire fresco a las comedias que estamos acostumbrados a ver. Solà consigue modificar nuestro humor y crear la tensión necesaria en los puntos álgidos del texto para, más tarde, dejarlo caer todo mientras nos preguntamos lo mismo que se preguntan sus personajes. La empatía está bien generada en la mesa y los actores y actrices que presentan a sus personajes tienen muy bien marcado cualquier inflexión vocal y movimiento para que el espectador conecte rápidamente con ellos. Todos conocemos muy bien gente de su perfil y eso hace que el recuerdo y la obra sea más personal para el espectador.
Las actuaciones de Aitor Galisteo-Rocher, Vanessa Segura, Xavi Francés y Esther López son espléndidas y agradecidas. En un principio conocemos a unos personajes con unas ideas bien claras y unos sentimientos de lucha y miedo en constante exploración. Cada vez que el tiempo avanza, notamos nuevas capas de estos personajes que se construyen de una forma exprés y que, en ocasiones, nos sorprenden. No hay ninguno/a de los interpretes que se quede atrás. Es más, el texto de Joan Yago no se lo permite dándole a cada uno su espacio necesario para que su personaje destaque.
Fairfly es un producto teatral que funciona a la perfección; solo hay que ver las reacciones del público durante y al final de la obra. Y tú, ¿estarías dispuesto a cambiar tu vida por completo para ser tu propio jefe (con todo lo que ello representa)?
Crítica realizada por Norman Marsà