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13.02.2024 Teatro  
Retrato de una sociedad

Bajo la dirección de Helena Pimienta y en la versión de Eduardo Galán, se representa sobre las tablas del Teatro Fernán Gómez de Madrid esta adaptación teatral de la obra cumbre del escritor Leopoldo Alas. La Regenta es el retrato de unos personajes ceñidos por el conservadurismo de la sociedad.

Las obras de teatro, sobretodo los grandes textos, son creaciones delicadas y hermosas pero, a la vez, muy frágiles. Su estilo, su individualidad, su coherencia y armonía pueden quedar dañados con cualquier mínimo cambio o golpe que sufran.

La Regenta es una novela grandiosa. Llevarla al teatro se antoja una tarea difícil pero, en este caso, hay que resaltar la estupenda labor de condensación de una obra tan extensa y tan compleja. Convertir las más de mil páginas de Clarín en menos de dos horas de espectáculo tiene cierto riesgo frente a una audiencia a la que no le importa viajar a una Vetusta que puede ser cualquier lugar, cualquier otra época. El atractivo no radica únicamente en lo que ocurre, sino en cómo se cuenta todo aquello que tiene lugar y qué emblemas se hacen patentes sobre la Sala Guirau como representación atemporal de la sociedad. Y esto también forma parte de la magia del teatro.

El mensaje que esta obra cumbre de Leopoldo Alas encierra es respetado en todo momento. Cada palabra escrita y expresada por Alas se refleja perfectamente en la obra dramática representada; ayudada bajo la presencia de cuatro narradores que van completando las partes de la historia que no aparecen en escena. En la figura de la mujer protagonista, Ana Ozores, confluyen todas las tramas de La Regenta y ella es el centro de de esta pieza donde la cantidad y variedad de matices es prácticamente ilimitada.

En el texto encontramos frases que escudriñan la personalidad de los personajes, su temperamento, carácter y su manera de estar en el mundo. En ellas, los actores y actrices acaban de perfilar todas las figuras que forman parte de La Regenta mostrándonos cómo se han de caracterizar, los movimientos o acciones que deberán realizar por todo el espacio escénico, sus silencios e incluso su maravillosa espiritualidad. No se puede negar que uno de los puntos fuertes de este espectáculo es su elenco: Ana Ruiz, Alex Gadea, Joaquín Notario, Jacobo Dicenta, Pepa Pedroche, Alejandro Arestegui, Francesc Galcerán y Lucía Serrano (estos dos últimos doblando personajes).

Helena Pimienta vuelve a demostrar su talento en la dirección de actores presentando maravillosas interpretaciones de Ana Ruiz, quien borda la persona de Ana Ozores y nos regala momentos de mucha intensidad. Ruiz está rodeada de intérpretes que se desenvuelven como peces en el agua sobre las tablas de la Sala Guirau. Es el caso de Joaquín Notario, quien interpreta al esposo de la protagonista, y de Alex Gadea, quien interpreta a Don Fermín, un personaje que se siente atraído por ella. Ambos dotan a sus personajes de una personalidad grande y compleja, representando los estados del alma humana mientras llevan a sus espaldas gran parte del peso de la obra con todo un recital interpretativo en cada uno de sus diálogos, sus miradas o sus silencios. El resto del reparto está estupendo y secunda de manera sobresaliente a la gran protagonista deleitándonos a lo largo de casi dos horas para finalizar poniendo en pie al patio de butacas del Teatro Fernán Gómez.

Otros de los puntos fuertes del montaje, además del apartado interpretativo mencionado anteriormente, es la puesta en escena de la misma. En ella destaca una potente escenografía que logra captar la atención de los espectadores y espectadoras, ideada por José Tomé y Marcos Carazo y, una iluminación, diseñada por Nicolás Fischtel, que utilizada a la perfección ayuda a para enfatizar a los personajes y sus emociones.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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