Azul, y me dejo caer… es la propuesta de La Brecha Teatro que durante el mes de febrero y marzo va a poder verse en El Umbral de Primavera en Madrid, donde Carmen Soler nos propone acompañar a una mujer en las primeras horas de la mañana de un día que en el que todo iba a salir bien.
“Hoy va a ser un gran día”, piensa Andrea (Carmen Soler). Hoy tiene una entrevista de trabajo para un buen empleo, en una buena empresa, en un buen sector profesional. Una oportunidad que no puede dejar escapar. Todo está bien. Pero el tráfico, el Metro, su pareja, su madre y hasta su portera convertirán un simple trayecto en toda una carrera de obstáculos físicos y mentales que pondrán a prueba su estabilidad mental.
Carmen Soler, autora y directora de la obra, juega en este Azul, y me dejo caer… a reducir el tiempo que compartimos en la vida de una mujer; como en las 24 horas de la vida de una mujer de Stefan Zweig, o la angustiosa madrugada de las 4:48 psicosis de Sarah Kane. De esta protagonista poco sabemos, aunque se pueden intuir trazos de su vida, y quizás ese otro juego de hacer que desde nuestra butaca completemos esos vacíos de la vida de Andrea sea lo más divertido de la propuesta, aunque para llegar a este planteamiento haya tenido que dejar de pasar muchos días de por medio.
Hay momentos de brillantez en la propuesta, como la muñequita vestida de azul de Belén Chanes, tan desquiciada dando su parlamento como toda la propuesta de Azul, y me dejo caer…; contrapunto al mensaje de calma y la necesidad de la misma que el personaje de Andrea reclama y necesita, en esa vorágine que es el Madrid hostil y frenético en el que estamos viviendo. Carmen Soler está comodísima con su rol protagonista, y por momentos sentimos ese peso que arrastra desde que sale por la puerta de casa. Olga Goded tiene difícil destacar cuando suyas son las dos escenas más físicas, en la que una por quizás, innecesaria, y la otra por abrupta y descontextualizada.
Azul, y me dejo caer… es difícil de asimilar y disfrutar, o al menos en su forma actual. Entiendo que es un texto vivo, que permite desarrollo allá donde se le quiera llevar, ya sea desarrollando el mundo interior de Andrea, o virando hacia un costumbrismo que ahonde en esa necesidad de calma, de sumergirse, de abandonarse a una deriva calma en el centro de un maremoto existencial. El público disfrutó de la propuesta, y siento que ese no fuera mi caso.
Crítica realizada por Ismael Lomana