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07.02.2024 Críticas  
El todo por una amistad

La Villarroel de Barcelona presenta Elling, una obra basada en la novela Behind the great indoors de Ingvar Ambjørnsen, adaptada por el británico Simon Bent y dirigida por Pau Carrió. Una fábula sensible y divertida protagonizada por el tándem David Verdaguer y Albert Prat, acompañados por Albert Ribalta, Òscar Muñoz y Queralt Casasayas.

La obra nos aproxima a la tierna historia de Elling y de Kjell, dos personas afectadas por enfermedades psiquiátricas que se conocen compartiendo habitación en un centro psiquiátrico. Aunque todo parece indicar que su asociación no funcionará, su relación se vuelve tan especial y simbiótica que, pasado un tiempo, el estado les dará la oportunidad de compartir un piso tutelado en la ciudad de Oslo. A partir de ahí, ambos empezarán un camino lleno de retos, sorpresas, crecimiento, conocimientos y revelaciones personales que cambiarán todas las expectativas y los pronósticos de fracaso.

Elling es un cuento tierno y vibrante que disfrutamos desde la butaca de La Villarroel tan solo iniciarse. Una historia de superación personal que se nos clava en la retina y nos rasga el alma cada vez que esta avanza. Una amistad original y poco previsible que crece desmesuradamente y se convierte en algo simbiótico para ambos personajes. Gracias a su incondicional apoyo, ambos pueden crecer, romper barreras y lanzarse (no antes sin algún que otro intento estrellado) de lleno a la sociedad para formar parte del extraño mundo en el que vivimos.

El texto de Ingvar Ambjørnsen en el que se basa la obra, trata el tema de la salud mental -tema que a día de hoy sigue siendo un tabú persistente en la sociedad- y el aislamiento de quienes las padecen mientras construye una lucida historia de amistad. Para crear este aura que sentimos desde que Elling le ofrece su mano (y todo lo que ello comporta) a Kjell, Pau Carrió ha desplegado todo su esfuerzo para crear una dirección actoral espléndida y bien marcada. El trabajo que ha realizado en conjunto es abrumador pero aquí, el gran acierto principal de la producción, ha sido escoger la mejor pareja protagonista posible.

David Verdaguer como Elling y Albert Prat como Kjell realizan un trabajo titánico. Sabemos como es Elling desde el primer momento que le vemos entrar saliendo del armario y, sabemos como es Kjell desde el primer momento en que nos abruma su entusiasmo. Los ojos hipnóticos de Verdaguer, su posado triste y renegado, sus continuas dudas y miedos, se muestran en escena en contraposición con el entusiasmo que muestra Albert Prat. A diferencia de Elling, Kjell es un personaje desbordante de energía, verborreico, obsesivo y que, incluso, podríamos definirlo como ilimitado. Y es que, como dicen por ahí, los polos opuestos se atraen (si se me permite incluir la frase típica y tópica). Ambos actores ofrecen una interpretación extrema que, auguro, será merecedora de varios galardones.

Junto a ellos, disfrutamos del trabajo minucioso de Òscar Muñoz como el trabajador social que intenta ayudarles a integrarse en la sociedad pero que, a su vez, se ve inevitablemente seducido por la libertad excéntrica de ambos amigos; Albert Ribalta como el ex poeta y escritor encerrado en su mundo al que Elling ayudará a salir del caparazón y a reintegrarse en una sociedad que había abandonado y; finalmente, Queralt Casasayas quien nos presenta un sinfín de personajes secundarios entre los que se encuentra la tosca enfermera del centro psiquiátrico y/o la estrafalaria y solitaria vecina de arriba en el piso de Oslo. Varios personajes que, aun no haber salido de un centro psiquiátrico, dejan claro que lo que llamamos «normalidad» está sobrevalorada.

En la parte técnica, destacar la escenografía de estilo vintage creada por Sebastià Brosa, la cual nos recuerda vagamente a los muebles de Ikea con tanta transformación escenográfica sencilla pero eficaz; a la iluminación de Guillem Gelabert quien nos ayuda aun más a meternos de lleno en el subconsciente de cada uno de los personajes, y al vestuario de Zaida Crespo cuyo estilo nos acercan a una visión Noruega que encaja perfectamente con los personajes y su situación personal.

Elling es una obra que nos hace ver que, lo que llamamos normalidad, está sobrevalorada y que, ojalá todos consiguiéramos disfrutar de una amistad tan pura y sincera como la que viven los personajes de escena. Alguien que esté allí para lo que necesites, cuando lo necesites y como lo necesites. Y cuya palabra amistad, tenga el mismo significado en su diccionario de la vida como en el tuyo.

Crítica realizada por Norman Marsà

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