LaJoven presentó Lagunas y niebla en el Teatro de la Abadía de Madrid con dirección de José Luis Arellano García. La obra forma parte de “Paisaje de devastación”, un proyecto internacional de investigación artística liderado por LaJoven que, a su vez, se encuentra auspiciado por la Fundación EVZ (Memoria, Responsabilidad y Futuro) dentro de sus programas educativos para combatir la injusticia nazi en Europa.
En la era de la información parece que la fecha de nacimiento fuera el horizonte que determina la obsolescencia del conocimiento. Si preguntamos a muchos jóvenes sobre acontecimientos históricos recientes como la guerra civil o la dictadura de Franco, justificarán su ignorancia aduciendo que entonces aún no habían nacido. Otros responderán reproduciendo reflexiones de uno u otro bando que han heredado como certezas, aunque ignoren los hechos que las sustentan o contradicen.
LaJoven parte del desconocimiento (las lagunas) y el desconcierto (la niebla) que muestran las últimas generaciones para abordar la guerra civil española desde una perspectiva didáctica, pero sobre todo poliédrica que persigue fomentar el pensamiento crítico, la conciencia social y la sensibilidad artística.
Paco Gámez firma un texto articulado en dos partes de muy diferente tono e intensidad dramática. La primera arranca desde la comedia. Los cinco actores protagonistas surgen desde la platea como unos espectadores más del montaje. Su presentación tiene cierto tono performático que capta rápidamente nuestro interés. El ritmo es ágil y, a través de las conversaciones que pronto se cruzan entre ellos, podemos trazar una semblanza de las inquietudes y el desconocimiento que comparten esos cinco jóvenes representativos de una generación. Desde la platea los actores toman el escenario y el debate inicial torna en una suerte de presentaciones alternas sobre hechos de la guerra civil. Cada una de ellas apuntalando un bando, pero desde el rigor histórico. El interés del montaje desciende en este tramo. El planteamiento resulta excesivamente pedagógico (power point incluido) y las intervenciones, aunque mantengan una intensidad teatral, son demasiado académicas. No obstante, en rigor debo reconocer que yo no soy el público objetivo de la pieza y, visto en conjunto, esta decisión cumple magníficamente su propósito ya que no podemos obviar que se dirige fundamentalmente a jóvenes y adolescentes que desconocen su historia reciente y confunden personajes, lugares y fechas vinculados con la Guerra Civil Española.
En la segunda parte, sin embargo, la dramaturgia adquiere rápidamente hondura y complejidad. El tono didáctico da paso a otro más dramático con escenas de gran interés incluyendo una pieza musical en la que se percibe ese aliento contenido desde las butacas cuando se alcanza la fibra y aflora la consternación que toda guerra provoca. Los cinco jóvenes protagonistas Julia Adún, Javier Fernández, Paula Feror, Elisa Hipólito y Manu Imizcoz realizan un trabajo coral preciso e impecable, especialmente en esta segunda parte.
Las preguntas que afloraron desde la pedagogía en la primera parte se materializan en esta segunda con escenas de gran calado emocional. A través de ellas resulta más gráfico identificarse con aquellos que fueron jóvenes durante la guerra y tuvieron que hacer lo que les tocó o pudieron hacer, y lanzar simetrías con el presente para entender mejor el futuro.
El último elemento determinante de este montaje es la interesante escenografía que plantea Silvia de Marta. Un espacio aparentemente desordenado en el que conviven maniquíes como sombras de individuos que una vez existieron, un mapa de España que se convierte en apoyo y altavoz desde el que lanzar preguntas y una pantalla que proyecta imágenes de lo que fue. Todo cubierto de plásticos como ese trastero abandonado de la memoria. Juanjo Llorens (AAI) desde la iluminación y Alberto Granados Reguilón en el espacio sonoro dotan de profundidad a este viaje a través de la historia.
LaJoven analiza en Lagunas y niebla la guerra civil española y un pasado que sigue siendo incómodo, pero lo hace desde una visión plural y desprejuiciada que interpela directamente a una generación que no tiene recuerdos de ella y tampoco una opinión propia, convirtiendo el teatro en un espacio abierto al diálogo.
Crítica realizada por Diana Rivera Miguel