Denise Despeyroux llega a la sala Francisco de Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid con Misericordia, una autoficción sobre la cábala, la macrobiota, el exilio uruguayo y Final Fantasy X.
Dario (Pablo Messiez) vive con sus hermanas Delmira (Natalia Hernández) y Dunia-Yuna (Marta Velilla) y va a estrenar en la sala principal del María Guerrero una autoficción sobre el viaje que no recuerda, en el que en el 1983 volvió a Montevideo y visitó a su padre en la cárcel. Su amigo Dante (Cristóbal Suárez), actor que lo ha ganado todo, ha dejado la interpretación y cuelga en Youtube videos sobre el poder sanador de dietas apoyadas en la 100cia. La búsqueda de la identidad y los caminos que cada uno utilizarán para llegar a la misma, siendo fieles a si mismos, será lo que ocurra durante los 135 minutos de este montaje.
No puedo esconderme y negar que yo a Misericordia he ido por Pablo Messiez actor, y porque Natalia Hernández siempre es maravilla; porque yo de Denise Despeyroux (a diferencia del metaverso de sus personajes) si he visto obras suyas, y no olvido mi bautismo con La realidad y mi fascinación por Fernanda Orazi desde entonces, pero me pasa aquí lo mismo que me ha pasado siempre (excepto con La realidad) y es que hay algo pequeño que me interesa muchísimo de lo que cuenta, y otra cosa mayor que no me interesa nada, y no por mala predisposición, que ya me valdría ir a sufrir al teatro (aunque me toca más de lo necesario), pero al menos me prepara desde el principio a que esto no lo voy a disfrutar, y luego de repente recibo un premio por ese esfuerzo y me da algo que llevarme a casa sin sentirme un mártir, y aquí lo que me da es el fragmento del viaje a Uruguay y la visita del Dario niño a su padre, con su abuela.
Misericordia juega a ser y no ser lo que me dice que es, una ficción basada en hechos reales; una comedia romántica metafísica, teatro documento o un drama sobre el trauma. Y es la parte del teatro documento, con la entrevista para la TV australiana, el foco que me acaban de poner sobre la dictadura uruguaya, y ese viaje real en avión e imaginado en barco, que el personaje de Pablo Messiez comienza a recordar con la propia Denise Despeyroux.
El juego metateatral con el name dropping de dramaturgos madrileños, chascarrillos sobre el Dramático, comentarios autoconscientes, etcétera, parece que se ha convertido en una broma interna del ambiente buenrrollero con el actual director, a juzgar por lo que aquí hacen, o ya han hecho Nao y Albet, Cris Blanco y Esther Carrodeguas. Es divertido el acento, pero mira que a mi estando dentro de ese «código» me empieza a cansar (como los números musicales en todos los montajes), así que imaginémoslo a alguien que solo va porque pasaba por allí o porque le gusta Cristóbal Suárez porque le vio en la tele, por ejemplo.
La casa, amarillo Dramático, con todos los elementos también amarillos Dramático; escenografía de Alessio Meloni, de tal envergadura que es un personaje más, omnipresente refugio donde los personajes habitan y transitan, convertidos en la chiva que no quiere salir, de la canción acumulativa que cantan los personajes en su celebración. Iluminación de David Picazo, que da poco juego, pero como las bromas internas, en esta temporada es tendencia los diseños escuetos y sin protagonismo. Guadalupe Valero hace un trabajo de vestuario que oh wow! El personaje de Natalia Hernández vive en un constante desfile de alfombra roja, y los modelos que viste, así como los diseños de cosplay finales son de lo mejor del año.
Apuntes sobre la dirección: monumento para la Delmira de Natalia Hernández, comodísimo y entrañable Dario de Pablo Messiez, exasperante Dante de Cristóbal Suárez y desdibujada Dunia de Marta Velilla.
Sufrí viendo Misericordia, por la turra máxima de la cábala y la psiconeuroinmunología, y el universo videojuego cogido con pinzas; los momentos chiquitos de intimidad de los personajes son valles emotivos y entrañables que se disfrutan en su brevedad, pero luego todo vuelve a empezar y son abrumadores los datos, los términos, el énfasis en el discurso… Llego a reflexionar lo mismo que Dario en la obra, o quizás también dice algo Denise al respecto, sobre que quizás voy demasiado al teatro, y ya llega un momento que no puc més. No se.
Crítica realizada por Ismael Lomana