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12.01.2024 Críticas  
El salvador de Europa y su hermano

El 6 de noviembre de 1809 se celebró en Vitoria una cumbre entre Napoleón Bonaparte y su hermano José I, a quién había hecho rey de España. Ambos se encontraron la noche antes en una casa a las afueras con la única asistencia de Rustam Raza, el mameluco de confianza de Napoleón. Lo que ocurrió lo fabula ahora la obra Els Buonaparte en el Teatre Akadèmia de Barcelona.

Sílvia Munt dirige este nuevo texto de raíz histórica de Ramón Madaula (Buffalo Bill a Barcelona, Conqueridors), una comedia que enfrenta a Napoléon (Pau Roca) y su hermano Giuseppe (David Bagés) ante la mirada del mamluco Rustam (Oriol Guinart) piedra de toque neutral, fiel y desencantada que

En la pieza hay tanto verdad como contexto y fabulación. Pau Roca construye a un Napoléon agresivo, un soldado harto del blando acomodo de su hermano mayor (algo que coincide con la visión del periodista José Ortega Munilla a principios del siglo XX), pero a la vez un visionario, un monstruo, un estratega y un hipócrita. El José I de David Bagés es, sí, un blando, pero también alguien sensible, sobrepasado, abandonado. Y sobre todo, los dos grandes hombres son dos hermanos con un pasado común y mucho que reprocharse.

Frente a ellos, Oriol Guinart se eleva con un carisma de Buster Keaton, no siendo nadie pero diciendo lo que piensa, dejándose llevar pero quejándose, manteniéndose imparcial pero tomando parte. Es el fulcro manipulado de la balanza y la voz del pueblo frente a los salvapatrias.

Els Buonaparte es una comedia muy didáctica que pone sobre la mesa no solo las claves de la llegada y el fracaso de los franceses en España, o los megalomaníacos (pero avanzados) planes de Napoleón, sino también la construcción de la actual identidad europea o las pequeñas grandes cosas de las que no hablan los libros de texto y que forjan a las personas que hay detrás de los grandes personajes. Los hombres y sus circunstancias, como diría el hijo de José Ortega y Munilla, es decir Ortega y Gasset.

A la composición de esos personajes ayuda mucho el vestuario de Carlota Ricart (ridiculizante pero esencial para los líderes, dignificante para el esclavo). Por su parte, la escenografía de Sebastià Brosa y Paula Bosch es tan apasionante como práctica, creando junto a la iluminación de Lluís Serra, espacios reales y metafóricos, dentros y fueras, arribas y abajos, nortes y sures.

Todas las propuestas de teatro histórico que ha estado haciendo Ramon Madaula estos últimos años son muy interesantes, pero Els Buonaparte es quizá la más teatral de todas, pasando del monólogo de las otras a la diversidad de puntos de vista enfrentados, lo que crea un conflicto en escena que ya no es del ayer frente al hoy, sino el de las diversas voces de la Historia enfrentadas unas contra otras. Que el conjunto sea, a la par que educativo muy divertido, es la guinda del pastel.

Crónica realizada por Marcos Muñoz

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