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29.12.2023 Críticas  
Inquietud en el cuerpo

El dramaturgo Pablo Messiez regresa a la cartelera madrileña con su nueva obra Los gestos. Un reto creativo a través de un lenguaje que indaga y profundiza en el movimiento y en esos silencios que hablan más que las palabras. El autor argentino arriesga y prueba sobre las tablas del Teatro Valle-Inclán de Madrid.

Una vez que entras en la Sala Grande del Teatro Valle-Inclán, la aventura teatral ya está en marcha. A veces nos encontramos exactamente lo que esperábamos presenciar desde el patio de butacas; en otras ocasiones, nuestras expectativas son irreales o exigentes pero también nos descubrimos frente a una propuesta que nos sorprende y nos invita a saborear lo que se ofrece ante nosotras, sin otras distracciones y sin intentar justificar lo que se nos quiere contar. Se trata de compartir y reflexionar desde la escena porque, a veces, el teatro necesita despojarse de sí mismo, de sus mecanismos más tradicionales y elementales para poder hablar de ciertas realidades sobre las que no reflexionamos de manera habitual. Los autores que asumen riesgos están llenos de vida y, por consiguiente, logran no dejar indiferente a nadie de público; ya sea para bien o para mal.

Los gestos nos traslada a Roma, a un local circular completamente abandonado que cuenta con un gran ventanal donde se ve una panorámica de la capital italiana. Por él proliferan personajes: una actriz que dice que ha heredado el espacio, un joven pianista recién contratado, un director admirador de Pasolini, un enigmático vagabundo que quizá sea poeta. En el fondo, aparentemente ausente a todo lo que sucede, una mujer mayor a la que llaman la bailarina vieja. Todos estos personajes, hombres y mujeres, perfiles de las más variadas condiciones, son interpretados de manera extraordinaria por Elena Córdoba, Manuel Egozkue, Fernanda Orazi, Nacho Sánchez y Emilio Tomé. Si te dejas atrapar por ellos puedes llegar a sentir las peculiaridades de la obra de Messiez.

Sería injusto no señalar a todos y cada uno de ellos como cimiento de todo lo conseguido en Los gestos. El fabuloso trabajo interpretativo inunda cada rincón del teatro. Utilizan la expresión corporal y facial con maestría, representan a sus respectivos personajes con una convicción impactante mientras manejan perfectamente la intervención del silencio como reverso de la palabra, escrupulosos con lo que dicen y con lo que no; y añadiendo, en todo momento, un amplio repertorio de gestos. Qué momento en el que Fernanda Orazi, Topazia, se deshace de la peluca que lleva puesta para decir un alegato político lleno de gestos, gestos sin contenido.

Mariana Tirantte, responsable de la escenografía, ha hecho un excelente trabajo. Con pocos elementos escenográficos, pero con un gran dominio del escenario, nos traslada a cada rincón del local donde transcurren las diferentes escenas. Destacar también el maravilloso diseño de luces de Carlos Marquerie y las videoproyecciones fundamentales también de la puesta en escena.

Los gestos es una obra que se aleja de la representación realista para poner el foco en el lenguaje gestual como impulsor de la interpretación y de la reflexión en torno a la naturaleza del teatro. Difícil explicar con palabras.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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