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27.12.2023 Críticas  
De la ciudad condal a la ruralidad argentina

On el teatre batega presenta en la sala La Badabadoc de Barcelona la obra La Lechera; un espectáculo que nos sumerge -en un abrir y cerrar de focos- en la ruralidad argentina y en la rudeza de dos gauchos adictos al conflicto.

El público entra en La Badabadoc, un espacio de creación y exhibición ubicado en el barrio de Gràcia de Barcelona, y se sienta cómodamente en el recibidor a esperar a que llegue la hora de entrar en la sala y ubicarse en sus butacas. Sin embargo, un apagón les hace ponerse en alerta y con la llegada inesperada de los actores, empieza la función.

La Lechera nos lleva al mundo rural, concretamente a la historia de dos gauchos históricamente enfrentados por una vaca. Durante el espectáculo, vemos cómo avanza el día y los dos argentinos siguen en su disputa, que repite continuamente su dinámica. El texto, de Carlos Correa, dirigido por Carlos González Richard ,Gabriel Carreras –quienes, a su vez, son dos de los tres actores de la obra- y Rocío Jesús pone encima de la mesa cómo las relaciones toman formas que a menudo son difíciles de modificar. En este caso, el uso de la violencia es la forma que Sabino y Nicolaso, los protagonistas, tienen de resolver sus conflictos. Sin embargo, ellos mismos ya están cansados de esa dinámica constante y buscan excusas para dejar para más tarde las peleas que se inician en todo momento. Además, La Lechera nos propone reflexionar acerca del amor. La vaca, como protagonista imaginada, representa no solo el animal sino el mismo amor y las distintas formas de comprenderlo y de relacionarse con él.

Carlos González Richard y Gonzalo Villarreal, interpretan a estos dos gauchos con fuerte convicción, usando todos los recursos para incorporar los personajes al cuerpo y especialmente al lenguaje, con dejes y expresiones propias de algunas provincias rurales argentinas. Este lenguaje, que es tal vez lo que más destaca en la construcción del personaje, está radicalmente alejado a la realidad del público catalán, al que en algún momento se le escapa la comprensión de alguna expresión, mas cada palabra de los gauchos es necesaria para que no se pierda el ambiente creado. Tanto González Richard como Villarreal saben mantener cada detalle de su personaje de principio a fin y a la vez son capaces de dejarlo ir apenas se apagan los focos.

Dando un toque de ternura y color a la obra, entra en acción Gabriel Carreras, quien interpreta a un pajarillo enamorado de la vaca –a la que no vemos pero logramos imaginar perfectamente-. Carreras representa la inocencia y la pasión que precisamente les falta a Sabino y Nicolaso. Su llegada a escena trae frescura y movimiento a la función, interpelando al público con un diálogo lleno de prosa poética y con la aportación de canciones propias del folklore latinoamericano que nos transmiten la intensidad del sentimiento del pájaro.

En algún punto, la intención de adentrar al público a un contexto tan particular como es la vida rural argentina roza la exageración. Sin embargo, podríamos excusar esto al tratarse de una comedia donde el gesto toma mucha importancia, ofreciendo un espectáculo con tintes de humor absurdo, género caracterizado muchas veces por el uso de estereotipos y recursos gestuales. Esta gestualidad nos aporta, a su vez, buenos gags puesto que los tres actores representan de forma evidente, objetos que no suben al escenario.

La obra tiene un ritmo que combina constantemente la tensión creciente entre Sabino y Nicolaso y el amor apasionado del pájaro. Cada escena sucede más o menos de la misma forma, hecho que podría ser repetitivo si se tratara de una obra más extensa pero que queda en un buen equilibrio al tratarse de un espectáculo de escasos cincuenta minutos.

La Lechera nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en un teatro muy argentino y nos da la posibilidad de reflexionar, a través de una historia aparentemente simple, acerca del amor, la modernidad, el conflicto y las relaciones.

Crítica realizada por Maria Sanmartí

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