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11.12.2023 Críticas  
Lo silenciado

Las Naves del Español en Matadero de Madrid acogen en su programación la representación de Tan solo el fin del mundo; una obra del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce, bajo la dirección de Israel Elejalde, que puede verse en la sala Fernando Arrabal hasta el próximo 7 de enero.

Poco tiempo antes de escribir Tan solo el fin del mundo en Berlín en 1990, Jean-Luc Lagarce recibe la noticia de que había contraído el VIH. En aquella época, este virus era no sólo el causante de una enfermedad con unos índices de mortalidad bastante elevados, sino también un estigma que te dejaba marcado de por vida. Es imposible no relacionar este hecho con la escritura de la pieza porque su protagonista, de la misma edad que el escritor francés, dice tener la muerte cerca. Regresa al pueblo para visitar a la familia que dejó atrás muchos años antes en busca de una nueva vida. Allí se reencontrará con su madre (María Pujalte), su hermana (Yune Nogueiras), su hermano (Raúl Prieto) y la mujer de este (Irene Arcos).

El retrato de una familia y una época, pero también la representación de un hombre que pretende reencontrase con su infancia y sus seres queridos. Una experiencia devastadora que nos demuestra que, a pesar del silencio y de acallar lo que duele, no podemos vivir al margen del sufrimiento. Todo el elenco recrea y hace suyo este emotivo espectáculo teatral mientras nos regala una verdadera lección interpretativa. No podía haber existido una elección mejor que la de María Pujalte, Yune Nogueiras, Raúl Prieto, Irene Ancos y Eneko Sagardoy porque combinan de forma maravillosa la técnica y la emotividad que requiere este poderoso texto. Con la palabra y con un verdadero arsenal de gestos y matices nos sumergen en esta historia en la que da gusto ver a actores y actrices tan bien compenetrados. Dicho esto, destacar el trabajo de Prieto, su gran expresividad y su naturalidad aportan frescura al montaje.

Israel Elejalde ha hecho un espléndido trabajo en la dirección. Es admirable la manera en la que entrelaza, teniendo siempre al público como eje central del espectáculo, distintos planos y espacios escénicos que permitan la narración de Tan solo el fin del mundo desde una perspectiva que fluye con agilidad y dinamismo. Además, su propuesta escénica incorpora el lenguaje de la danza, a través del maravilloso bailarín Gilbert Jackson que utiliza su cuerpo como vehículo de las emociones.

Otro de los aciertos es que se apuesta por una escenografía bastante sencilla, de la mano de Monica Boromello, que nos traslada de un lugar a otro sin la necesidad de grandes despliegues que nos distraigan de lo verdaderamente importante. La iluminación, de la que se encarga Paloma Parra, cumple perfectamente su función y dota de fuerza cada movimiento que tiene lugar sobre el escenario de la Sala Arrabal de Naves del Español en Matadero. Y es que todo fluye de manera dinámica, incluida la música, para que el público esté inmerso en esta obra de teatro que sirve como bastión de la reflexión acerca de la psicología de los personajes que tenemos delante. Cabe señalar que las fotografías y frases proyectadas se presentan muy bien medidas y elaboradas, compenetrándose de principio a fin la presencialidad con la virtualidad.

En conclusión, Tan solo el fin del mundo es muchas cosas pero sobre todo se presenta como la oportunidad idónea para dejarse llevar con lo que sucede sobre las tablas. Esa es la clave, no tanto tener ideas preconcebidas sobre el texto sino vivir la historia del protagonista para conectar con sus emociones y transitar por ellas sin ningún tipo de contención o freno.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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