Durante el rodaje de una gran serie sobre el rey Jaime I el Conquistador, todos coinciden en que el actor protagonista no acaba de encontrar el personaje. Eso podría cambiar si hace caso de los consejos de una misteriosa figura que dice ser… el mismísimo Jaime I. Así comienza el primer acto de la comedia Conqueridors que puede verse en el Teatre Goya de Barcelona.
Dirigida por Josep Maria Mestres y escrita y protagonizada por Ramon Madaula como el espectro del rey, junto a Roger Coma como el actor atribulado, Conqueridors es una divertida comedia sobre la televisión y las inseguridades de todos los que se dedican a explicar historias, es un «sic transit» del héroe, una desmitificación que no nos deja en su lugar a un crápula descarnado, sino a una persona en circunstancias extraordinarias, hija de su tiempo (como todos) y que hizo lo que hizo porque a fuerza ahorcan… Con unos personajes a ratos entrañables y a ratos abofeteables, la obra presenta asimismo muchas capas para quien quiera hincarle el diente.
En el plano más epidérmico, Conqueridors nos mueve a la risa (y a ratos la congela) con el choque de visiones del mundo del señor feudal y el que nos rodea, tan diferentes… y tan parecidos. Los personajes que construyen todo el elenco, particularmente la multiplicidad de actores/C.E.O./segurata en manos de Xavier Bertran, chocan por activa y por pasiva con Coma, provocando nuevas situaciones hilarantes y nuevos conflictos que resolver, mientras que la directora de la serie, Vanessa Segura, tendrá que hacer malabarismos con todos los problemas de la producción, lidiar con las incertidumbres de su estrella y, avanzada la obra, incluso con el fantasma de Jaume I.
Analizando más el subtexto de la obra, veremos que hay relaciones de conquista y ámbitos de poder en las vidas de todos, tanto vivos como muertos, tanto para los personajes que están más en la cumbre, como los currantes que desarrollan Bertran, Moha Amazian, Tilda Espluga y Mònica Glaenzel, tierna y entrañable en sus dos papeles. Que hay invisibles a nuestro lado, y que damos por supuesto mucho de los demás a través de su imagen, sea de un rey legendario o de una señora de la limpieza. De manera interesante, no se trata esas relaciones solo a través de los habituales prismas de ambición y erótica del poder, sino que se plantean otras a veces más positivas o benéficas, de reafirmación y desarrollo personal.
Y más allá de las capas textuales y subtextuales, de lo que pasa y de lo que se quiere hablar, hay una reflexión sobre el mismo hecho teatral, sobre la interpretación y la recepción por parte de los espectadores. Se trata, disimulada, simbólicamente, el tema de la Verdad del actor, y de la importancia de esta Verdad, por encima de artificios y pirotecnias mayúsculas, para el éxito a corto y largo plazo. Un tema que interesa particularmente al director, Josep Maria Mestres.
Divertida y un punto mefistotélica, Conqueridors viene a ser una segunda parte espiritual de la anterior obra de Ramon Madaula que pudimos ver en el Goya, aquel pas a deux que fue Buffalo Bill a Barcelona. Como allí, Madaula revive a una figura del pasado que choca con los valores de hoy día para ponerla en contexto, afearle lo necesario pero intentar comprender a la persona que hay detrás del fenómeno… si es que el fenómeno no se la come. Aquí deja un poco de lado la poética de la evocación y el carisma (pero solo un poco) para, sacando partido de la forma teatral, quitar el foco del mito para repartirlo entre nuestros iguales. Y en la práctica, con la misma meta: si en Buffalo Bill, Raquel Sans se veía inextricablemente ligada a la historia vital del William Cody, aquí los actores, limpiadoras, CEOs, seguratas, directoras, operadores y ayudantes se deberán y se reflejarán, en mayor o menor medida, con Jaume I. Y por sus pecados, que son los que nos hacen humanos.
Crítica realizada por Marcos Muñoz