El Teatre Borras de Barcelona presenta, durante dos únicas semanas, la obra La Infamia. La historia real de la periodista mexicana Lydia Cacho, que relata el secuestro que sufrió por denunciar una red de explotación sexual de niños y niñas en México. José Martret firma la dirección de este montaje protagonizado por Marta Nieto y Marina Salas.
La Infamia está basado en el libro Memorias de una infamia, de la periodista de investigación y activista mexicana Lydia Cacho. El montaje, que relata el secuestro y las torturas que Cacho sufrió en su país por haber denunciado una red internacional de pedofilia, está adaptado por la propia Lydia Cacho junto a José Martret, que firma su dirección. Las actrices Marina Salas y Marta Nieto comparten personaje y se ponen en la piel de la periodista en una interpretación que les ha valido el Premio Max 2023 ex aequo a Mejor actriz.
La Infamia es un espectáculo innovador y potente que combina la narrativa teatral y la cinematográfica con una puesta en escena inmersiva. En todo momento, su protagonista nos habla a los ojos, nos cuenta paso a paso su historia, desgranando uno a uno los hechos acaecidos, explicándonos cómo se efectúa un secuestro que nos dejará helados. Pero, aunque la obra es un monólogo descriptivo muy bien presentado, lo impactante es ver como su actriz (en nuestro caso, Marina Salas) escenifica todo lo ocurrido mientras lo relata. Marina impacta con su presencia y veracidad en todo lo que ocurre y expresa en escena llegando a ponernos nerviosos y hacernos sufrir una historia que vive cada noche en escena. Conocida en sus participaciones televisivas y diferentes películas, Marina pone todo de su parte para llevar su personaje al extremo y hacernos revivir lo que Lydia Cacho sufrió en sus carnes. Como esta sufrió una tortura que duró más de 24 horas y que tenía como finalidad matarla y hacer desaparecer su cuerpo. Una historia de horror que vivimos sin aliento desde la butaca.
Junto a ella, la operadora de cámara Alicia Aguirre Polo sigue en todo momento a la protagonista ofreciendo un primer plano de la actriz. De esta forma, el espectador literalmente bucea en el ámbito psicológico y emocional que propone la obra llevándonos a una mezcla de teatro y cine que saboreamos con gusto. Gracias a la pantalla tras el decorado, el público se acerca a la historia de Cacho a través de una narrativa visual inscrita en el documental y, al mismo tiempo, puede revivir su secuestro desde planos a los que no podemos acceder desde la butaca. Excelsos son los momentos dentro del coche.
Por su parte, la dirección de José Martret es exquisita. La obra nos presenta dos vertientes que, en todo momento, se van entremezclando. Por un lado, vivimos el secuestro en presente y, por otro, en un formato que rompe la cuarta pared, conoceremos más datos del pasado: quién es Lydia Cacho y por qué fue secuestrada. El juego entre ellos ofrece un ritmo tan cambiante para la actriz que es un punto a remarcar. Constantemente, la actriz debe salir y entrar del momento presente del secuestro para ir explicando detalles de lo ocurrido, de la situación, del porqué de todo lo que estamos viendo. Un ejercicio completo de genialidad que hace que no perdamos ni pizca de información de la historia. La recibimos, la procesamos y la vivimos al momento.
En la parte técnica, destacar la espectacular escenografía que firma Alessio Meloni que, junto a la cuidada iluminación de David Picazo, el innovador diseño de videoescena de Emilio Valenzuela, la cotilla cámara en mano de Alicia Aguirre Polo y el envolvente y bien medido sonido de Sandra Vicente, nos ofrecen un espectáculo redondo que no dudamos en aplaudir en pié en el momento que este finaliza.
La Infamia es un montaje que presenta abiertamente al público temas como la justicia, los derechos humanos, el activismo o la libertad de prensa. Argumentos que atraviesan esta obra de teatro basada en el testimonio real de Lydia Cacho, secuestrada y torturada por la policía mexicana en el 2005 por publicar un libro en el que denunciaba una red de pederastia en la que estaban implicados importantísimos empresarios y políticos de su país. Una historia atroz que, como la misma Lydia indica, a día de hoy sigue ocurriendo y debe ser contada.
Crítica realizada por Norman Marsà