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15.11.2023 Críticas  
Barroco cervecero

El Teatro Real de Madrid estrena uno de los montajes más esperados de la temporada, Orlando de Händel. Con la dirección de escena de Claus Guth que vuelve a sumergirnos en una de esas propuestas giratorias que embelesan y causan rechazo a partes iguales. Un clásico de la ópera barroca lleno de cerveza y de una América de suburbio.

La historia del príncipe Orlando es una de caballeros, princesas, magos y leyendas. Llena de simbolismos y con una bipolaridad que fluye por la vida del protagonista. Un caballero curtido en mil batallas, famoso por su bravura, que se debate entre volver a la guerra o caer en los brazos de su pretendida Angelica. Todo un dilema que quedó reflejado en el poema Orlando furioso, poema en el que se basa esta bellísima ópera.

El barroco le sienta bien al Teatro Real, después de las óperas italianas, el barroco genera expectativas y expectación. Así que programar Orlando de Händel es garantía de éxito en el templo operístico madrileño. Ahora bien, este es un Orlando pasado por la mirada de Claus Guth quien aleja totalmente los conceptos preconcebidos de esta ópera barroca. Guth nos lleva a la actualidad, a un edificio típico de la costa de Florida ¿un guiño a la misma ciudad de Orlando? Una apabullante escenografía giratoria que nos llevará a los distintos estados de ánimo por los que pasa el protagonista. No es un caballero con armadura, en este caso es un excombatiente que lucha con el síndrome post traumático que le han causado los horrores de la guerra, incapaz de encauzar sus sentimientos.

Ivor Bolton se pone al frente de la orquesta y del Monteverdi Continuo Ensemble. Todo en este montaje va de menos a más, y así es en el caso de la música que sale del foso del Real. Lo mismo ocurre con el reparto. Orlando es interpretado por Christophe Dumaux, quien empieza algo tembloroso, para finalmente conseguir la grandeza vocal que se supone al personaje. Lo mismo le ocurre a Anna Prohaska en su interpretación de Angelica. El caso de Giulia Semenzato es distinto ya que agarra el personaje de Dorinda desde el principio con aplomo y tono. Sus intervenciones son de las mejores de todo la ópera, así como las de Florian Boesch en su papel de Zoroastro.

El resultado de montaje es aceptable, rozando la excelencia en muchos momentos. Coincido totalmente con otras reseñas en que va de menos a más, y que eso quizá lastra la sensación resultante. Es de esos montajes que o bien entras y te dejas llevar o te causa rechazo. Opiniones divididas entre los puristas y otros espectadores dispuestos a dejarse sorprender se oían en los corrillos del entreacto. Siendo quizá una de las propuestas más esperadas de la temporada el resultado final de este Orlando ha sido menos excitante de lo anticipado. Queda en el recuerdo el sonido de las incontables latas de cerveza que se abren durante la función al compás de la bellísima música de Händel.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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