La Sala Flyhard de Barcelona presenta la obra Cavallet de mar o El peix invisible. Escrita por Pau Coya, dirigida por Rebeca del Fresno y protagonizada por el incombustible Marc Torres, este texto nos habla de la sociedad actual y los códigos de género preestablecidos.
Martí Moll tiene veinte años. Hace un año que decidió iniciar su transición y empezar a administrarse testosterona para modificar su cuerpo. Pero un día cualquiera, su vida da un giro inesperado el día que va a recoger unos análisis endocrinos rutinarios y descubre que está embarazado de tres semanas. Mientras Martí toma una decisión que puede cambiarle la vida, la obra, en forma de monólogo, nos hará partícipes de la reflexión del protagonista sobre su cuerpo, su transición y los códigos de género establecidos.
De nuevo, Pau Coya, escritor de obras como Pols de Diamant (Sala Versus Glòries), nos presenta un texto actual lleno de poesía y vida en una realidad LGTBIQA+ que reflexiona sobre la identidad y la paternidad/maternidad. Un texto valiente que necesita ser escuchado y que nos acerca a una realidad distinta que deberíamos ver más veces sobre los escenarios.
Cavallet de mar o El peix invisible nos da a conocer a un joven de nuestra sociedad actual. Un joven con sus problemas, sus cábalas y sus inseguridades, que a su vez, se encuentra en mitad de una transición. Hace tiempo que Martí no se siente bien con su cuerpo y, tras la infinidad de estudios y consultas psicológicas que hacen pasar a las personas en su misma situación, por fin ha conseguido, guiado por una doctora, empezar a administrarse testosterona para poder verse como se siente. Aunque la transición se ha iniciado, aun es pronto y Martí Moll aun no se siente él mismo. Los cambios van llegando poco a poco pero la sociedad se lo pone difícil. Ya es difícil no sentirte tu mismo como para que alguien externo, sin conocimiento o razón, asuma una realidad que no te pertoca.
Marc Torres nos presenta a un Martí Moll lleno de vitalidad que lucha por lo que quiere contra viento y marea. No solo ha tenido que entenderse a si mismo, cuyo gran paso es crucial, sino que ha tenido (y tendrá) que educar a quien se le cruce en su camino. Marc nos presenta así multitud de situaciones en las que las personas en transición suelen encontrarse diariamente. No solo hablando en términos de comprensión de su núcleo familiar, amistades o en la misma e irrespetuosa sociedad, sino también en el ámbito sexual y personal; algo que normalmente no nos planteamos y que, aquí, nos explota en la cara para hacernos pensar.
Marc Torres despliega todo su potencial actoral para hacernos transitar entre emociones. Bajo una muy bien balanceada dirección de la mano de Rebeca Del Fresno, Torres es hábil pasando del drama a la comedia en tan solo un segundo, a la vez que nos muestra injusticias y vivencias que nos pondrán la piel de gallina; aunque en ocasiones también nos harán sonreír. Directo con el público, y buscando siempre caras cómplices a quien explicar su historia, Torres pone a nuestro alcance un tipo de vivencias que pocos conocen y que, como sociedad, deberíamos comprender, asumir y aceptar. Aquí no venimos a jugar, aquí venimos a empatizar. Y Marc Torres es un mecanismo perfecto para educarnos en lo desconocido.
En la parte técnica, destacar el trabajo de Joan Fullana que presenta un espacio escénico diferente, convertible y bien adaptado a las dimensiones de la sala que nos traslada rápidamente de la habitación de Martí, a una barra de discoteca, a un baño público… Una idea interesante que sorprenderá gratamente al público. La iluminación, también del mismo Fullana, nos ayudan a entender aun más la situación y la psique del personaje, la cual cambia constantemente. Por último, confirmar también la buena idea de la proyección de video creado por Laura Bonnín en la misma escenografía. La única pega fue que con las luces y estar sentado de forma lateral al escenario, la mayoría de las proyecciones se pierden al no verse nítidas. Se hubiesen visto perfectas para todos si la escenografía se ubicara en medio de la sala y no cerca de la pared trasera, pero eso haría que todo el movimiento escénico se tuviera que replantear.
El teatro no es solo un divertimento. El teatro es también una forma de aprender de lo que nos rodea, de las realidades que nos son ajenas a nuestra persona. Gracias al teatro cambiamos internamente y nos volvemos más empáticos. Es por ello que piezas como Cavallet de mar o El peix invisible son tan importantes para la evolución de nuestra sociedad. No solo cambia Martí Moll, cambiamos todos.
Crítica realizada por Norman Marsà