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08.11.2023 Críticas  
Historia de una amistad

El Teatre Goya de Barcelona presenta, por una corta temporada, L’Amic retrobat. La obra, basada en la conocida novela de Fred Uhlman y protagonizada por Jordi Martínez, Quim Àvila y Max Grosse Majench, cuenta con traducción de Dolors Udina, dramaturgia de Josep Maria Miró y la dirección de Joan Arqué.

L’amic retrobat de Fred Uhlman relata a través de la voz de un hombre adulto, Hans Schwarz, hijo de una familia judía, la propia historia de amistad de hace más de tres décadas con Konradin Von Hohenfels, hijo de una familia aristocrática de Suaba. Los chicos se conocen en el Karl Alexander Gymnasium de Stuttgart, la escuela más famosa de Württenmber, e inician una intensa relación en el cual comparten y confluyen conocimientos, ideas, preocupaciones y también contradicciones. Inicialmente la amistad se configura al margen del enfrentamiento político del país, pero, poco a poco, se verá enturbiada por los convulsos acontecimientos y la creciente tensión que se vive en Alemania a partir de 1933 con el ascenso del nazismo y el antisemitismo.

L’amic retrobat, libro de base que (pondría la mano en el fuego) todos los que estamos sobre la cuarentena leímos en la secundaria, nos ofrece una historia dura que, solo por su sinopsis, sabemos cómo va a acabar. Una historia dura llena de desplantes que, ayudados por la sociedad de la época, presenta una amistad inconsistente entre dos chicos de clases sociales muy dispares y, cuya ideología, chocará irremediablemente cuando estalle la guerra.

Jordi Martínez y Quim Àvila son los encargados de explicar esta historia a dos voces pero desde una misma alma. Ambos, interpretando a Hans Schwarz, explican su historia, la de un chico judío que conoce a Konradin Von Hohenfels (Max Grosse Majench), un joven procedente de una familia aristocrática de Suaba que llega transferido a su colegio. Durante la representación, veremos a dos Hans muy dispares: En primer lugar, el joven, inexperto y sensible Hans de Quim Àvila, que nos maravillará con su forma de ser, de acercarse a los demás, y nos obnubilará con esa inocencia que Àvila irradia en sus inflexiones vocales y en sus movimientos. Un trabajo actoral destacable, ya que vemos como el actor vuelve a una temprana edad llena de energía desbordante y miedos irracionales. En segundo lugar, pero ubicado en el mismo tiempo teatral (ya que todo lo que se explica es un recuerdo de este), encontramos al Hans de Jordi Martínez, un Hans más reflexivo, lleno de añoranza bloqueada por lo que sufrió en su juventud, pero con un dolor aun latente (aunque él quiera evitarlo), de una patria que le defraudó. Ambos Hans poseen una coraza que les protege contra los demás, pero no es la misma. Cada año transcurrido, cada parche arraigado a la coraza, ha cambiado a Hans.

Por otro lado, Max Grosse Majench nos presenta a un joven, y seguro de si mismo, Konradin. Hijo de familia aristócrata, Konradin llega al Karl Alexander Gymnasium de Stuttgart, la escuela más famosa de Württenmber, debido al traslado de su familia a la ciudad. Aunque su familia parece tener grandes diferencias con la población judía (como él mismo dice: su madre no los tolera), todo parece indicar que el joven no aboga con el ejemplo. Así, Max nos presenta un Konradin dubitativo, curioso, cercano pero, a su vez, alguien que guarda sus apariencias y que, frente a su familia, puede ser frío y distante. Un joven lleno de dudas por lo que su sociedad le inculca y le hace vivir pero que, parece tener más afán en descubrir todo por si mismo. Un chico sobradamente inteligente que luchará por lo que piensa, aunque no todos llegarán a entenderlo. El trabajo de Max Grosse es meticuloso y muy medido. De ascendencia similar a su personaje (su padre es Alemán), Max borda la interpretación de un joven de raza aria que vive el auge del nazismo. Lleno de subtexto, su personaje nos sorprenderá más de lo que esperamos.

En la parte de dirección, Joan Arqué consigue engancharnos a la historia, aunque en ocasiones esta se vuelva algo monótona. Gracias a los tres props móviles creados por Xesca Salvà en los que se basa toda la escenografía, la obra consigue ofrecer una coreografía teatral en la que transitamos fácilmente del colegio a las casas de ambos jóvenes, entre otros lugares. Por su parte, la iluminación creada por Rafel Roca y Jordi Domènec es sencilla y orgánica; y el vestuario de Rosa Lugo, se adecua a la época que se relata en escena; por lo que nos acerca aun más a la verosimilitud de la historia.

Por último, en la parte de la adaptación del libro a la dramaturgia de la obra teatral, me gustaría destacar la visión de Josep Maria Miró quien ha hecho un trabajo fantástico desdoblando a Hans en sus dos versiones, la joven y la adulta, para explicar la historia desde una visión y un ritmo muy cercano para el espectador que hace que la historia camine hacia su desenlace; mostrando el alma de los personajes y su continua transformación con los años.

L’amic retrobat trata un tema no muy alejado de lo que vivimos en la sociedad actual. Un texto que marcó nuestra adolescencia y que ahora, transformado en teatro, nos toca el corazón. Recordarás con cariño esta historia una vez salgas del teatro.

Crítica realizada por Norman Marsà

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