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13.11.2014 Críticas  
LA PLAZA DEL DIAMANTE deslumbra a pesar de su sencillez

EnPlatea se acerca a la Sala pequeña del Teatro Español para descubrir esta nueva revisión del texto de la autora catalana que gracias al trabajo de Lolita consigue emocionar de nuevo al público presente.

Mis recuerdos de LA PLAZA DEL DIAMANTE se remontan a mi infancia cuando en familia veíamos la magnífica serie protagonizada por Silvia Munt. Vi la serie en infinidad de ocasiones tanto en su versión original en catalán como la versión doblada al español. Con los años, he releído en varias ocasiones la obra maestra de Merçè Rodoreda y siempre se me ha encogido el alma al sentir las punzadas de dolor que se clavan en el maltrecho corazón de la protagonista en su afán de supervivencia en unos tiempos duros y ante las adversidades de una vida que nadie se merece.

Me sorprendió con agrado hace unos meses descubrir que se programaba en el Español una nueva puesta en escena de ese excelente texto. Ahora bien, al descubrir que era en un formato monólogo y con Lolita en el papel de Natalia o “Colometa”, me invadió una cierta duda sobre el acierto de la apuesta.

El montaje es sencillo, un banco carcomido, unas delicadas bombillas de colores que se iluminan en diferentes momentos de la historia y Lolita – Colometa – ante nosotros, sentada en ese banco nos cuenta sus vivencias, desde sus entrañables recuerdos como dependienta de pastelería hasta su desdicha en su malogrado matrimonio con Quimet; llegando a las penurias del hambre durante los largos años de la Guerra Civil intentando alimentar a sus dos hijos.

Quizás la dicción de Lolita no es la más perfecta, pero hay algo en la mirada, en los gestos, en los silencios que consiguen que por muy conocida que sea la historia se nos vuelva a poner el nudo en la garganta y aflore más de una lágrima. Impresiona como, a lo largo de casi una hora y media, nos vamos metiendo en las entrañas del personaje. Vemos el palomar, la casa fría, sentimos el hambre y nos sobrecoge escuchar la justificación de comprar salfumán para atenuar los efectos de la guerra en sus dos pequeños y desnutridos hijos. Y eso lo consigue una excelente Lolita sin apenas levantarse del banco, solo lo hace en un instante de pura rabia que consigue erizar el vello de la sala al completo.

La versión que se presenta en el Teatro Español es pura sencillez, ternura y un trabajo que emociona por lo real del mismo. En las entrevistas concedidas, Lolita confesaba sus miedos al ponerse en la piel de ese personaje; algo lógico cuando ese personaje está en el imaginario de muchos de nosotros. Sobra decir que el resultado superó por mucho las expectativas de este respetuoso espectador.

No quedan entradas para disfrutar en Madrid de esta PLAZA DEL DIAMANTE, esperemos que gire por España y muchos más puedan viajar a esa plaza de Barcelona y sentir tan de cerca la historia de Colometa; una historia que parece lejana pero que no lo es tanto.

Crítica realizada por @mcalabau

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