El Ballet de del Gran Teatro de Ginebra inaugura la nueva temporada de danza del Teatro Real de Madrid con la presentación de Faun y Ukiyo-e; dos creaciones de su actual director y coreógrafo, Sidi Larbi Cherkaoui.
Ha pasado un año desde que la prestigiosa compañía suiza creada en 1962 confió su dirección artística al aclamado y versátil coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui. Con más de cien creaciones en su haber, Cherkaoui se comprometió en seguir con la tradición de la compañía, enriqueciendo su repertorio con composiciones innovadoras y en sintonía con nuestro tiempo.
Entre las figuras emblemáticas de su repertorio, figura Faun, un sublime ‘pas de deux’ interpretado en el Teatro Real por los bailarines Madeline Wong y Oscar Comeseña Salgueiro. Inspirado en el legendario Preludio a la siesta de un fauno de Nijinski, basado en la obra musical de Debussy y en el famoso poema de Stéphane Mallarmé, Cherkaoui se empeñó en recrear el curioso encuentro entre el fauno y la ninfa. Sin embargo, a diferencia del bailarín y coreógrafo ruso, Cherkaoui hace de este encuentro un auténtico diálogo entre el fauno y la ninfa, tan intenso como conmovedor. Los dos protagonistas mantienen hechizado al público durante 15 preciosos minutos, realzados por la encantadora escenografía de Adam Carrée que nos sumerge en un bosque oscuro y magnético.
Sidi Larbi Cherkaoui honró la esencia misma de la obra original de Nijinski del despertar del deseo sexual, resaltando aún más la tensión entre las dos criaturas míticas con el uso de pasos y posturas primitivas y carnales. Si el fauno, mitad hombre mitad animal, se mueve de forma salvaje y descontrolada, la ninfa, más cercana a su versión original, esta enraizada por completo en su bosque, aportando mucha inocencia y dulzura a esta interacción. Este baile de fugas, colisiones y encuentros es estremecedor en su técnica y en la viva emoción que insufle en la audiencia. Naturalmente, esa magia también ocurre a través de la música de Claude Debussy, sublimada por la electrónica de Nitin Sawhney que intensifica esa inquietud y añade un toque contemporáneo aún más hechizante a la pieza.
Mientras que Faun explora nuestro instinto animal teñido de curiosidad y en busca del otro, Ukiyo-e nos invita a un momento de introspección, a una mirada contemplativa sobre nuestra humanidad en un mundo en perpetuo conflicto, y nos plantea la siguiente pregunta. ¿Cómo sobrevivimos en un mundo en crisis constante?
Ukiyo-e es el nombre de un movimiento artístico surgido en el periodo Edo, pero también es el título de esta segunda pieza, centrada en la captura del momento presente, de este ‘mundo flotante’. En esta segunda parte, la compañía nos invita a viajar y a descubrir la magia de una cultura oriental con sus vibrantes colores -el vestuario de Yuima Nakazato es sublime- acentuada por las embriagadoras canciones de Kazutomi Tsuki Kozuki y Shogo Yoshii, que agregan una gran dosis de poesía al caos palpable.
La actuación de los intérpretes, tanto técnica como emocionalmente, es incuestionable. Las coreografías imposibles están puntuadas por eficaces cambios de ritmo, sublimados por la escenografía de Alexander Dodge, que forma parte integrante de la coreografía. El uso de escaleras móviles complejas donde los bailarines se pierden y vuelven a encontrarse una y otra vez, evocando tanto la ascensión como el abismo, actúan como puentes y obstáculos que se cruzan en nuestro camino.
Es cierto que la voluntad de Cherkaoui de abordar las crisis que sacuden nuestro mundo a través de una coreografía compleja e impactante, es efectiva. La noción de caída perpetua está sublimemente representada en los saltos al vacío de los bailarines, como en un impulso fúnebre, hacia el silencio total.
La música en directo de Szymon Brzóska y Alexandre Dai Castaing es un salvavidas en este ambiente abismal. Las notas del piano de Johann Vacher y la percusión acompañan a los interpretes marcando el ritmo en este mar tumultuoso.
El Ukiyo-e nos invita a disfrutar del momento presente y a resistir. Hold your own –resiste – se repite varias veces como un lema y se hace eco de nuestra resistencia, de nuestra capacidad para levantarnos después de cada caída. La escena final es magnífica, los trajes desaparecen para dar paso a los cuerpos despojados de todo artificio, avanzando en una marcha frenética, casi militar.
Indiscutiblemente, el talento y la amplitud artística de Sidi Larbi Cherkaoui no pasarán desapercibidos. Lejos del ballet clásico, su última composición en sintonía con nuestro tiempo insufle nueva vida al universo de la danza sin apartar nunca la calidad y la técnica coreográfica y escenográfica. La compañía nos ofrece un momento lleno de poesía, que nos conecta con nuestra humanidad, en un mundo que lo necesita, hoy más que nunca.
Crítica realizada por Angélique Travessa