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18.10.2023 Críticas  
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La comedia más odiada por los tradicionalistas llega a Madrid de la mano de Beon Entertainment. Desde el 12 de octubre se puede disfrutar en el Teatro Marquina de la capital española de una obra que lleva 9 años ininterrumpidos en las pancartas del West End londinense, Las Obras Completas de Shakespeare en 97 minutos.

El Bardo escribió un total de 37 obras de teatro con una duración media de dos horas cada una y un total de 1.223 personajes. Así que cuando digo que Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield las comprimen (casi) todas (Othello es un tema delicado) en poco más de una hora y media suena más que ridículo. Y, honestamente, lo es. La obra es un despropósito tras otro que les creará ampollas a los puristas y que haría las delicias de estudiantes de literatura, así como del propio Shakespeare si siguiese vivo y no se hubiese suicidado en un búnker junto a su amante Eva Perón (esto lo aprendí en la obra, mira tú).

Sebastián Prada firma la ambiciosa adaptación mientras que Héctor Carballo, Diego Molero y Martín Gervasoni se convierten en los 1.223 personajes; a veces incluso en varios a la vez.

Este elenco de artistas le va al pelo a la obra porque todos tienen a sus espaldas haber representado en los escenarios una obra de Shakespeare, así que quién mejor que un veterano de sus obras para atacarle donde duele. Es más, diríamos que se desquitan, ya que para imprimir un ritmo tan acelerado como este a una sátira, tienes que tenerle ganas y se ve que a ellos no les fantan. Es incluso agotador llegado un momento, pero a ellos ni se les altera la respiración mientras sueltan hachazo tal hachazo.

Este despliegue de mala leche literaria tiene una puesta en escena escueta pero muy bien equilibrada, que hace una buena combinación entre proyecciones y cambios vestuario de rozan el transformismo. En esencia es más cercana a un espectáculo de impro con props, pero muy efectista.

En resumen, Las Obras Completas de Shakespeare en 97 minutos es una obra para dos públicos aparentemente opuestos pero que encontrarán un buen terreno común en la butaca. Por un lado, los enterados de Shakespeare identificarán las referencias hechas con maldad y por otro, los profanos disfrutarán una vertiginosa comedia y es posible que de paso, aprendan alguna que otra cosa.

Crítica escrita por Daniel Rivera Miguel

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