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17.10.2023 Críticas  
La gala de Medina, la flor de Olmedo

El Teatro de la Zarzuela de Madrid abre temporada lírica con El caballero de Olmedo, un encargo y estreno absoluto para adaptar la obra de Lope de Vega, a cargo de Lluís Pasqual y música de Arturo Díez Boscovich.

«Que de noche lo mataron al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo. Sombras le avisaron que no saliese y le aconsejaron que no se fuese». Con esta copla que Lope de Vega convirtió en obra de teatro la audiencia ya se prepara para el desenlace ya anticipado. Don Alonso (Joel Prieto) ve a Doña Inés (Rocío Pérez) en la feria, y le pide a su criado Tello (Rubén Amoretti) que interceda con la alcahueta Fabia (Nicola Beller Carbone) para que le traslade su sentimiento. Doña Inês recibe el mensaje, su prometido y detestado Don Rodrigo (Germán Olvera) sospecha que algo ocurre, y a ello se le suma que Don Alonso es el matador del pueblo vecino que le hace sombra y esa doble amenaza le impela a matar a su contrincante.

La música de El caballero de Olmedo, compuesta por Arturo Díez Boscovich, y dirigida en escena por Guillermo García Calvo comienza con una obertura con la épica y la melancolía de las películas Disney, y es que esta ópera tiene todos los elementos para poder serlo: hay un caballeros, hay criados, hay damas, hay una bruja, hay criados, hay privilegio blanco, elementos sobrenaturales que no atentan contra la moral cristiana, hay amor y hay algo muy español: la envidia.

La escenografía de Daniel Bianco aporta cuanto más oscura se vuelve la trama y se acerca el trágico final de Don Alonso, y es donde la iluminación de Pascal Mérat se convierte en protagonista entre esas sombras, cuando la videoescena de Franc Aleu es relegada a solo resultarme preciosa como el negro cielo estrellado del previo al réquiem.

Lluís Pasqual vuelve a jugar con el minimalismo en la dirección de escena, y si no fuese por la videoescena de desfile militar que parece apaciguar a la audiencia mucho española que le increpó por su Doña Francisquita, rozaría el insulto; pero gracias a ese escenario desnudo las interpretaciones y las palabras tienen mayor calado. Es tan blanca y platónica la breve relación entre Don Alonso y Doña Inés, y sus personajes tan arquetípicos, que, como resulta con las películas Disney, los villanos roban el show y es el Don Rodrigo de Germán Olvera con su rotundidad, su aplomo en la escena y su interpretación y gestualidad quien destaca sobre todo el reparto, como también lo hace el Tello de Rubén Amoretti.

La bandada de bailarines que son negros pájaros testigos del negro final, con guiños al aurresku, dando la bienvenida a la audiencia y al comienzo del baño de sangre, son un elemento depurador de la españolidad profunda de la castilla derechona que retrata El caballero de Olmedo; y el cierre con el réquiem por el caballero, un cuadro memorable y redondo que pone un gran broche a una ópera correcta, eficiente y con momentos realmente memorables.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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