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10.10.2023 Críticas  
La cotidianidad

La Profesora es una comedia dramática interpretada por Marcial Álvarez e Isabel Ordaz sobre las tablas del Teatro Bellas Artes de Madrid. El dramaturgo Eduardo Galán nos ofrece una obra que pone en relieve grandes problemas de la vida contemporánea que pueden resultarnos familiares en mayor o menor medida.

Con este espectáculo, Eduardo Galán retrata las situaciones que se esconden detrás de las prácticas cotidianas, así como las emociones que revisten dichas situaciones. El valor añadido de La Profesora reside en cómo son abordadas todas esas cuestiones: con la seriedad que requiere la problemática tratada pero con toques de humor. Desde las butacas del céntrico teatro madrileño se invita a los espectadores y espectadoras a reflexionar y a analizar la cotidianidad en la que nos vemos inmersos pero siempre desde una posición desenfadada que posibilita el puro entretenimiento y una ligera meditación.

Todo se manifiesta a través de siete sesiones o tutorías entre un pescadero que trabaja en un supermercado y una profesora que no quiere jubilarse por miedo a la soledad. Encuentros entre dos personajes bastantes distantes por cultura y por edad, en medio de los conflictos que plantea la hija del pescadero. Isabel Ordaz y Marcial Álvarez son dos intérpretes reconocidos por el público debido a sus carreras en cine y televisión pero, a la vez, poseen una gran versatilidad para el teatro. Su tirón comercial es innegable para atraer al público a las butacas del teatro Bellas Artes. Ambos forman un enérgico combo en el que se valora la gran química que hay entre ellos porque, independientemente de todo lo demás, es indiscutible que tienen una enorme complicidad y que están perfectamente compenetrados durante los 90 minutos que tiene de duración la obra. Con su manejo de las interpretaciones y su gestualidad se desenvuelven como peces en el agua y es que Ordaz y Álvarez son la columna vertebral de La Profesora.

Entre los dos logran que el ritmo de la obra no decaiga prácticamente en ningún momento aunque, a mí parecer, el espectáculo tiene más fuerza en los momentos dramáticos. Una historia bien construida pero que resulta algo previsible, dejando poco espacio para la sorpresa, y que trata ciertos temas que bien podrían requerir una profundización mayor. La dirección, bien llevada por Carla Nyman, acentúa la comicidad que permite al público momentos para la risa, la reflexión y, por supuesto, el entretenimiento.

Dejando a un lado las interpretaciones, la escenografía – de la que se encarga Mónica Teijeiro– encaja a la perfección con lo que va sucediendo. No se utiliza en gran despliegue de medios pero tampoco hace falta nada más. La iluminación – a cargo de José Manuel Guerra– acompaña con precisión el dinamismo que tiene lugar en escena.

En definitiva, asumiendo que es una obra destinada al entretenimiento, no se puede negar que la función se ve con bastante agrado y que el mecanismo de juntar drama y comedia funciona bastante bien aún cuando sabemos que no va a profundizar en los temas propuestos. Entretenimiento para un público muy amplio.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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