Arrancada una nueva temporada y el Teatre Poliorama de Barcelona presenta una propuesta un cartel de lujo con dirección de Sergi Belbel. La obra de Sally Potter, The Party, que se llevó a la gran pantalla en 2017, se instala por casi tres meses en el teatro de las Ramblas de Barcelona, aunque con un balance no tan positivo como el que cabría esperar.
El guión original es una mezcla de humor negro y británico que trata de dibujar una parte de la (media-alta) sociedad inglesa. A priori, información suficiente para darle el atractivo necesario a la oferta del Poliorama. El arranque es, cuanto menos, un gran gancho para la historia. El desarrollo, donde se mezcla la vida de los personajes, cada uno representando un perfil, y cuestiones morales y sociales de la actualidad no es difícil de seguir (aunque en la descripción del programa diga que podría casi agobiar). Pero la propuesta se va diluyendo en su ejecución a medida que pasan los minutos.
Diría que tener todos los espacios de la casa abiertos y visibles todo el tiempo en una escenografía compacta y recargada, de la que se ha encargado Jorba Miró, y a todos los personajes todo el tiempo presentes aunque no estén haciendo ni diciendo nada abarrota innecesariamente y te hace perder el foco. Y, el ritmo, tampoco es el que se espera en un tipo de comedia negra coral donde las cosas suelen sucederse rápida y ágilmente.
La mayoría de los actores, todos caras conocidas de la escena teatral catalana, no acaban de conectar con el público, a excepción de una Àngels Gonyalons, que diría que es la pieza clave de la noche. No solo porque tiene el papel, quizá, más agradecido de todos, sino porque además ella lo clava y está repleta de gracia. Y un Lluís Soler quien, pese a sus pocas intervenciones, nos arranca alguna que otra carcajada con sus líneas e, incluso, con sus silencios. Jordi Diaz, interpretando a la pareja alemana de la Gonyalons, conocedor de la salud holística, sería la tercera parte del triángulo que más destaca en la función. Marta Ribera está demasiado sobreactuada, siendo uno de los papeles protagonistas en esta obra coral, igual que Biel Durán. Y Queralt Casasayas y Montse Guallar, interpretando a otra de las parejas de la fiesta, no acaban de congeniar, no te las acabas de creer.
No es que yo esperara estar muriéndome de risa toda la función; como me ha pasado en otras obras de estas últimas temporadas. Entiendo que, aparte del humor, esta es una obra de texto que satiriza sobre los problemas y cuestiones de la sociedad. Y, como tal, la he tomado. Pero sí creo que si Belbel le diera una vuelta a la dinámica, al mecanismo del montaje, quizá se podrían conseguir algunos resultados más brillantes.
A pesar de mi opinión personal, estoy convencida de que hay una gran parte del público que sí la estará disfrutando, ni que sea por ver caras conocidas sobre las tablas, en el centro de Barcelona y por pasar un rato agradable en el Poliorama, que no olvidemos que, al final, el teatro siempre ayuda a alimentar nuestra cultura.
Crítica realizada por Diana Limones