Private, una obra de Daniel J. Meyer con dirección de Ramón Bonvehí, llega al Teatre Gaudí de Barcelona. Un par de adolescentes que van al instituto y una madre que trabaja para sobrevivir, atraen la atención de un público que no sabe a qué atenerse. Una cama revuelta de ropa, una mesa llena de túpers,el lavabo y el viejo sofá son el espacio principal de una historia caótica y desencadenante.
Laura y Albert, interpretados por Cristina Terzi y Martí Castellarnau, y la madre de Albert, interpretada por Sílvia Sabaté, (¿es también la madre de Laura?) viven en un piso estrecho en el que no tienen ni privacidad para masturbarse (según nos indica Laura), ni para hacerse fotos sin ropa (en el caso de Albert). Ambos hermanos (¿o primos lejanos?) conviven de una manera poco convencional en una relación extrañamente cercana.
Laura quiere privacidad y está harta de llevar la mayor carga de su familia. Además, siempre le exigen más compromiso que a Albert. En cuestión de segundos, vemos como pasa de ser la hermana más cercana a la hija que no aguanta más. Todo lo contrario a Albert. A él no le incomoda tanto el no tener privacidad, porque no tiene esa carga. Él tiene más tiempo para ocuparse de “su problema”, su sexualidad. Indeciso por miedo, pero a la vez con muchas ganas de experimentar, considera proposiciones de las cuales él no sabe que marcarán un antes y un después en su vida. Por otro lado, la madre de Albert, nos hace pensar en la eterna pregunta: ¿qué tan difícil es ser madre? Sin ella, la vida de los hermanos sería más caótica de lo que aparenta.
Privacidad y respeto, dos conceptos que claramente no hay en esta familia. Madre e hijos nos muestran todo lo que no está bien. La vulnerabilidad con la que los intérpretes abarcan sus personajes es espectacular. Laura al inicio, Albert en el momento más álgido de la obra, y su madre al finalizar. Aunque la cuarta pared se rompe en reiteradas ocasiones y ayuda a entender lo que está ocurriendo en escena, el ritmo de la obra es vertiginoso y, en ocasiones, si pestañeas puedes perder el hilo. Poco a poco vemos cómo las piezas van encajando hasta llegar a escenas que nos dejan con la piel de gallina y casi sin aire. Destacar la escena estelar de Martí Castellarnau, quien nos muestra todo su dolor y la injusticia que sufre su personaje.
Gritos, conflictos, llantos y tres personas unidas gracias al amor familiar, pero que para demostrar que se quieren se han tenido que hacer mucho daño. Frases como“porqué lo joderías todo, Albert” y “cómo darle motivos a alguien para vivir cuando uno realmente no sabe ni por qué está viviendo” se repiten en mi mente y no paro de pensar que tan magnifica obra he podido presenciar.
Crítica realizada por Yadi Agurto