El Teatre Romea de Barcelona vuelve a ser la casa de El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc. Una obra de Josep Maria Miró, dirigida por Xavier Albertí e interpretada por Pere Arquillué que cosechó grandes halagos en su estreno en el pasado Grec Festival de Barcelona y que ahora vuelve a pisar las tablas del teatro por, únicamente, 3 semanas.
El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc es un monólogo a siete voces (todas ellas interpretadas por Pere Arquillué) sobre un pequeño pueblo, sus habitantes y sus secretos.
El cuerpo de un joven de diecisiete años aparece muerto, vestido únicamente con un bañador rojo y unas zapatillas deportivas en medio de un campo de forraje. El hallazgo de este cadáver inicia este texto por un único intérprete, donde a través de varias voces, como si de un ritual de exorcismo se tratara, nos adentraremos en este hecho y el bellísimo paisaje rural de un pequeño pueblo donde, aparentemente, nunca ocurre nada. Conoceremos a algunos de sus habitantes, los secretos que se esconden y, sobre todo, la figura de su padre, Ramis, que murió hace una década y se convierte en una pieza crucial en este Rashomon.
Lo que aquí podemos disfrutar en un escenario casi desnudo, bajo la luz de un único foco que centra la atención en el actor, es un sinónimo de maravilla teatral que embelesa. Sin más recursos que el ya mencionado sol teatral, en una caja casi totalmente negra, Pere Arquillué deja al público sin aliento mientras cuenta una tétrica historia que nos atrapa. Se habla de un cadáver, de una historia que va vislumbrando momentos de tenue luz narrativa que, poco a poco, nos muestra detalles importantes para que entendamos la dimensión de la tragedia.
Arquillué, solo en escena y recreando multitud de personajes con una simple inflexión vocal (pero sin modificar su habla) y algún que otro gesto ideado para el personaje que habla (manos en los bolsillos, curvatura del cuerpo, cojera…) nos da una masterclass de teatro del bueno mientras nos retrata a un pueblo, íntimo y familiar, que parece esconder más de lo que dice. Paso a paso, minuto a minuto, y con un público atento a cada aliento de su boca, la obra destila ferocidad y mentiras al más puro estilo David Lynch. Quiénes hablan a través de su boca, es algo que, por la intención de la obra, voy a dejar en el anonimato.
El texto de Josep Maria Miró atrae al público por todos los temas que explica y cómo los explica. Así hablamos de la sexualidad prohibida, la juventud y el no saber quién eres, la soledad… Temas que hemos disfrutado en otras de sus obras y que, aquí, en este texto tan peculiar, cohesionan de una forma tan (aparentemente) sencilla que nos recuerda a Carles Porta y su aclamado Crims.
Disfrutar de El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc debería ser obligatorio en todas las escuelas de teatro. No solo por su bien hilado texto, sino por la interpretación actoral, la no necesidad de una gran escenografía para explicar algo que llegue al respetable, por la gran dirección de Xavier Albertí que, pausada y con inflexiones continuas, engancha al espectador… Un compendio de trabajos teatrales que crean un espectáculo redondo que te atrapa de principio a fin.
Crítica realizada por Norman Marsà