Entramos en la Sala Fènix de Barcelona y mientras buscamos nuestras butacas, Ester, vestida con el uniforme de trabajo -una bata de limpieza- nos saluda efusivamente. Así nos damos cuenta de que en este lugar creado en este preciso instante, no solo ella es importante, nosotros también lo somos (aunque todavía no sabemos quién somos).
Todo empieza con una pregunta. Y desde esa pregunta se cuenta la historia. Ester es una mujer que se dedica a la limpieza del teatro, pero un tiempo atrás trabajaba en una multinacional. Ahora está soltera, pero un tiempo atrás no lo estuvo. Ahora tiene preguntas que nunca antes se había formulado de forma tan intensa. Cuestiones que la han llevado a una situación emocionalmente insostenible.
La Sala Fènix, en el barrio del Raval de Barcelona, nos presenta El llibre d’Ester, una obra de la Cia. Teatrema, compañía residente de la misma sala. El texto nos habla de la salud mental desde un punto de vista vivencial y en primera persona, rompiendo la cuarta pared e interpelándonos continuamente, en una pieza que sabe combinar el drama, la narración y el humor.
Bajo mi punto de vista, hoy varios aspectos que hacen que ésta obra funcione. Por un lado, el texto de Marcos Xalabarder, valorado positivamente en la convocatoria On el teatre Batega, es un punto de partida muy bueno que propone una forma innovadora y atractiva de hablar de un tema muy hablado recientemente, la salud mental.
Por otro lado, la interpretación de Anna Tamayo ofrece los matices necesarios para que el texto gane fuerza al ser representado en un escenario. De la actriz podemos destacar su naturalidad, su expresión sincera y su capacidad para sostener la mirada y el juego con el público, haciendo de la obra un diálogo constante donde nadie quedará indiferente.
El atrezzo, propuesto por Julia Ledesma, también juega un papel imprescindible en El Llibre d’Ester. Bajo la dirección de Alba Teixidó, este aspecto toma un rumbo único, añadiendo el teatro de gesto en esta pieza. Nunca antes un carro de limpieza nos había abierto un mundo tan vasto de posibilidades. El carro se convierte en decenas de objetos y sus objetos, al mismo tiempo, cobran decenas de significados llenos de una creatividad muy genuina.
El juego con la sombra y la luz -o más bien las luces-, es muy acertado y consigue crear un ambiente envolvente, especialmente cuando se acompaña de la música épica, dramática y meditativa.
Por último, pero no menos importante, quisiera destacar el lenguaje en escena. Si bien la historia se cuenta desde un registro coloquial, se usan palabras en catalán que por su poco uso actual en contextos urbanos, podríamos considerar que estan fuera de lugar. Sin embargo, el público queda sorprendido de lo bien que encajan esas palabras en la historia y en el registro informal -y de lo bien que se pronuncian gracias a la buena dicción de Tamayo-. Una apuesta para recuperar los matices más profundos de nuestra lengua e incorporar nuevos vocablos al uso diario.
El Llibre d’Ester és una obra ágil y llena de detalles que, a partir de la aparente cotidianidad de lo que cuenta, sabe encandilar al público, emocionarle, hacerle sonreír, animarle a participar y regalarle reflexión. Una obra donde se nota la complicidad entre los miembros del equipo artístico y que encaja perfectamente en la Sala Fènix por su espacio más íntimo al que en esta pieza se le dan nuevas utilidades.
Crítica realizada por Maria Sanmartí